Por Ricardo Monreal Ávila
Estamos exactamente a dos años de la elección presidencial y las encuestas marcan una cerrada competencia pero con claras tendencias: PRI a la baja, PAN recuperando terreno, PRD y demás partidos de izquierda a un dígito, PVEM y PANAL estancados y MORENA en un claro ascenso. En términos porcentuales es el único partido que está creciendo, mientras que la novedad de los “independientes” aparece pasmado.
A su vez, MORENA está creciendo de la mano y del liderazgo de Andrés Manuel López Obrador.
Sin cargo público como plataforma de lanzamiento, sin presencia en los medios y noticieros electrónicos (solo cuando se trata de tundirle), con recorridos a ras de tierra y sin comitivas de acompañamiento, plenamente recuperado de un infarto al miocardio, AMLO ha tomado ventaja en sondeos, sobremesas de café y charlas informales sobre la próxima la sucesión presidencial.
La mayoría de estas alusiones son abiertas, pero otras son referencias públicas veladas, donde se ha vuelto “el innombrable”. Unas y otras le están ayudando a reposicionarse.
El último empujoncito para mantenerlo en el “top of mind” como dicen los publicistas, provino del mensaje del presidente Peña Nieto en la Cumbre de Líderes de América del Norte. celebrada la semana pasado en Canadá. Allí, por segunda ocasión en un foro internacional, el mandatario mexicano habló del populismo y sus riesgos.
Sin embargo, la nota informativa la dio el presiente de Estados Unidos, Barack Obama, ya que declaró, en una conferencia de prensa conjunta con los mandatarios de México y Canadá, que él también podría ser considerado populista, porque se preocupa por la gente pobre, por los trabajadores para que tengan una voz colectiva, por los niños para que reciban una educación decente y se preocupa también por un sistema de impuestos justo. “Supongo que eso me hace un populista”.
Sin mencionar a alguien en especial, la referencia del mandatario mexicano parecía destinada a Donald Trump, quien ha señalado que cancelará el TLCAN y levantara muros en la frontera; a los ingleses y a los políticos partidarios de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea; y a Andrés Manuel López Obrador quien ha anunciado que dará marcha atrás a las reformas del pacto por México (especialmente la energética, la educativa y la fiscal) una vez que gane la Presidencia de México.
Sin embargo, el traje populista lanzado al aire se lo puso súbitamente Barack Obama y no sus destinatarios finales. Así de versátil, volátil y unitalla es el término populista, que en México es utilizado para demonizar a algunos adversarios políticos, no tanto para exorcizar las realidades incómodas que los presuntos populistas buscan cambiar como la pobreza, la desigualdad, el desempleo, la inseguridad y la corrupción.
Egresado de Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia en Nueva York (la misma carrera que estudió AMLO en la UNAM), Obama seguramente tiene una versión menos demoniaca y más reflexiva de lo que es el populismo, de las causas económicas y sociales que lo alimentan y de las políticas de gobierno que pueden acotarlo. Además, desde que compitió por la presidencia de los Estados Unidos hace ocho años, los republicanos y hasta sus compañeros de partido intentaron descalificarlo poniéndole las etiquetas de “populista” y “comunista”. Sobre todo por sus propuestas para eliminar privilegios fiscales a los grandes capitales, promover un esquema de seguridad social universal y una reforma migratoria.
Desde entonces, contestaba a sus detractores más o menos en los mismos términos que lo hizo en Canadá la semana pasada.
La verdad es que las cosas se le están acomodando al líder del partido Morena para correr por tercera ocasión tras la presidencia de la República. Mencionemos sólo cuatro factores.
La situación económica del país. Si la primera mitad del sexenio fue de crecimiento inercial, la segunda podría ser igual o peor. La caída en los precios del petróleo, la devaluación, el presupuesto base cero, el repunte de la inflación interna, el inminente aumento en las tasas de interés y la desaceleración de la economía internacional, especialmente la china, anuncian que los siguientes tres años podrían ser de pasmosa atonía.
El diagnóstico de AMLO ha sido el mismo de las dos campañas anteriores: el país no se desarrolla por la corrupción, el gasto dispendioso y la privatización del patrimonio público. Sólo que ahora no está solo en esa visión. Una buena parte de la población coincide con él y voces internacionales, como el exalcalde de Nueva York, Rudolph Guliani, en su reciente conferencia ante becarios de la fundación Telmex, lo secundó al decir que en seis meses se arreglarían los problemas de México sólo con resolver el problema de la corrupción. Desenlaces como el de Guatemala, refuerzan esa percepción.
El segundo factor a favor es el crecimiento del voto antisistema entre los ciudadanos de diversos segmentos sociales y grupos de edad. Este voto se compone de un rechazo o pérdida de credibilidad en los políticos tradicionales, en la partidocracia y en las instituciones que rigen la vida pública, desde la procuración de justicia y seguridad hasta las electorales. Este voto favorece opciones “por fuera” del sistema como los candidatos independientes y al mismo AMLO, a quien se percibe como el opositor más sistemático y, en ese sentido, menos comprometido con el poder. Son muchos los que están dispuestos a “mandar al diablo” no sólo a ciertas instituciones, sino a un sistema elitista y cerrado que ha dejado de representarlos.
El tercer factor es la reedición del TuconAMLO (Todos unidos contra López Obrador), que promueven PRI-PAN-PRD-Gobierno-empresarios, para crecer sus negativos y bajar las preferencias. Es la nueva versión del “peligro para México”; sin embargo pocos creen en ella porque después de lo que el país ha vivido en los últimos años en materia de inseguridad y desempleo, peor se antoja imposible.
El cuarto elemento a favor es la aritmética electoral. El próximo presidente de México podrá serlo con 18 millones de votos, dada la balcanización de la representación electoral. En 2006 AMLO obtuvo 14.7 millones y en 2012 15.9 millones. Estaría a 2.1 millones de la meta.
AMLO y Barack Obama: ¿Estamos frente a dos políticos populistas o ante un par de líderes populistos?