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TODAVÍA HAY MUCHO POR HACER PERO EL CAMINO ESTÁ TRAZADO

En las páginas de la historia está registrada la manera en que las mujeres hemos remado contra corriente para alcanzar nuestros objetivos. Desde el terreno profesional hasta la política, pasando por la academia y cualquier cantidad de carreras y oficios, es notoria esta condición adversa.

 

Actualmente todavía hay empresas donde existen diferencias entre los sueldos de un hombre y de una mujer que desarrollan la misma función y aun se dan casos en que los empleadores prefieren contratar a un hombre que a una mujer, aunque ella esté mejor preparada.

 

Desde el aspecto de la demografía somos más que los hombres, y aun así nos llevó mucho tiempo y esfuerzo alcanzar el reconocimiento de un derecho tan fundamental como es el de votar y ser votadas.

 

En política, aunque se ha avanzado a partir de la distribución paritaria de candidatas en los procesos federales, existe todavía un fuerte rezago ideológico debido a la percepción de la gente sobre la capacidad  de las mujeres para estar a cargo de las organizaciones.

 

Como ejemplo,  está la situación que viví al contender por vez primera por un cargo de elección popular,  la alcaldía de mi pueblo, Dzemul. En ese momento enfrenté la resistencia de los hombres que, solo por ser mujer, no me aceptaban como candidata y hasta se cambiaron de partido.

 

Pero no paró ahí, pues luego de que convencí y vencí esas resistencias para llegar al cargo, me enfrenté con cuestionamientos por la poca preparación académica que tenía en ese entonces. Lo lamentable es que a mí se me quisiera limitar por una condición que también tuvieron alcaldes anteriores a mí, quienes ni siquiera terminaron la primaria, y a ellos  nunca se les objetó por ese detalle, solamente por ser hombres.

 

Durante mi carrera ha sido constante el enfrentamiento con este tipo de inercias. Por ejemplo, cuando gané la elección para gobernadora de Yucatán,  las primeras preguntas de parte de algunos medios de comunicación no fueron sobre política.

 

Ellos quisieron saber acerca de mi diseñador favorito o mis gustos en maquillaje, lo que a todas luces tenía un tinte discriminatorio, por lo que decidí responder con otra pregunta ¿Le harían esos mismos cuestionamientos si fuera un hombre el gobernador electo?.

 

Y en las reuniones de la Conago, donde conviví con los 31 compañeros gobernadores y un Presidente de la República, sucedieron frecuentemente situaciones como aquella reunión en Los Pinos donde se me impidió el acceso porque no llevaba un acompañante.

 

Una mujer sola no era aceptada aunque fuera gobernadora. Afortunadamente tras el desagradable incidente se corrigió esa falla de protocolo que en realidad era una conducta discriminatoria y el trabajo pudo realizarse sin ese contratiempo.

 

El principal problema que enfrentamos las mujeres para nuestro desarrollo es, como decía, la idea de que no somos capaces de conducir las organizaciones, por lo que es determinante que continúe creciendo la participación de las mujeres en la toma de decisiones dentro de los diferentes ámbitos.

 

Así que es responsabilidad de nosotras seguir combatiendo ese rezago ideológico, aunque los hombres no pueden sustraerse al papel que les corresponde en este momento, pues deben saber que también su actuación en ese sentido es determinante para México.

 

Por eso, el combate a la limitación de género arranca con la educación en el hogar y continúa con una mayor participación de las mujeres. Así pondremos fin a la paradójica situación que vivimos en México, en la que las mujeres somos una mayoría que lucha por sus derechos como si fuese una minoría.

 

Hoy no debe haber duda respecto a que somos capaces de dirigir cualquier organización, porque el camino está trazado y los mexicanos llegaremos muy pronto a ver, sin extrañarnos, a las mujeres desempeñando cargos de alcaldesas, gobernadoras, juezas, rectoras, ministras o presidentas.

 

Lic. Ivonne Ortega Pacheco

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