Caso Mara: sólo un botón de muestra.
Betty Luevano
La reciente renuncia de Mara Muñoz Galván como directora del Centro de Justicia para las Mujeres de Zacatecas pone de manifiesto lo ordinario del ejercicio de gobierno de Alejandro Tello. Más de lo mismo, más de lo malo.
La misma clase política corrompida desde su ADN, que aunque se renueva generacionalmente, las prácticas en el ejercicio del poder continúan por el mismo rumbo marcado por sus antecesores. El del abuso de autoridad, el pago de favores, tráfico de influencias, la corrupción.
Ingenuamente muchos aún confían en que al llegar personas relativamente jóvenes a los cargos más importantes del gobierno y la administración, como el gobernador, Alejandro Tello y el procurador Francisco Murillo Ruiseco, estos inyectarán energía, dinamismo, pero sobre todo honestidad a la función pública.
Las acusaciones de Mara Muñoz, sobre presuntos delitos sexuales y violencia familiar por parte de elementos de la Policía Ministerial y lo más grave, amparados por el procurador, encienden los focos rojos en Zacatecas al cuestionar tanto la capacidad y confiabilidad del fiscal como el nivel de compromiso de Tello hacia la sociedad zacatecana y su capacidad de respuesta a los anhelos y demandas de justicia, en un momento en el que la impartición de la misma en México se ha visto tan ensombrecida por casos como los constantes asesinatos de periodistas, los Porkys e incluso el del ex fiscal de Nayarit.
¿En dónde están puestos realmente los intereses de este gobierno? Dada la frívola reacción de Tello a la renuncia de Muñoz Galván, al pedirle que presente su “denuncia formal” para que sea investigada por el mismo personaje al que ella acusa de corrupción, aclara nuestras sospechas. Parece pues que las mujeres en Zacatecas deberán aprender artes marciales o cualquier otra forma de defensa personal puesto que en esta entidad se encuentran literalmente “solas” a merced de quien se le antoje lastimarlas, violarlas o matarlas.
Es interesante apreciar el silencio público en torno a los señalamientos de la ex directora del Centro de Justicia para Mueres, al menos para apoyarla, puesto que no faltó el defensor de oficio que intentara trivializar el asunto resaltando los errores técnicos de la renuncia, su longitud, hasta degradarlos a la categoría de “chisme”, como si se tratara de un caso menor. Nos habla de corrupción a niveles de escándalo en un área muy sensible de la administración, en los primeros meses de un gobierno que ya se antoja largo como la cuaresma y como el anterior, el de Miguel Alonso, del que como al más puro estilo fariseo Tello se deslindó dándose baños de pureza ¡Gracias Dios porque yo no soy como Miguel!
La situación que expuso Mara Muñoz en cuanto al tema de justicia para las mujeres en Zacatecas a nadie nos toma por sorpresa. Lo que sí no termina por sorprendernos es la capacidad de esta clase política de subestimar el aguante de esta sociedad para soportar el hartazgo, la indignación, frustración y enojo cuando en la última década ha sido literalmente masacrada por el enorme grado de criminalidad que padecemos, cobijada y alimentada por la corrupción imperante, aunada a los problemas económicos actuales, de los que no avizoramos fecha de caducidad.
La resistencia del mexicano no es perenne y casos como la casa blanca de Peña Nieto, el condominio de Angélica Rivera, los Moreira, Padrés, César Duarte, el narco-fiscal de Nayarit y un eterno etcétera, están llevándonos a los márgenes de nuestra de por sí desmesurada paciencia.