Salud y educación: líneas paralelas
Beatriz Luevano
Beatriz Luevano
Entre tantas inquietudes ciudadanas aguarda una a ser resuelta por la Secretaría de Educación: ¿Qué pasó con la comida chatarra que continúa vendiéndose en las escuelas?
Parece que no muchos recuerdan el fallido intento de regular esta tendencia a llenar la barriga de niños y jóvenes con comida rica en carbohidratos y pobre en nutrientes que lo único que provoca es sobrepeso y obesidad, así como las respectivas enfermedades que ambas condiciones provocan.
Somos un país malnutrido y obeso y las cifras no mienten: siete de cada diez mexicanos sufren sobrepeso, así como el 40 por ciento de los adolescentes y 30 por ciento de los niños entre cinco y once años, según datos del Observatorio Mexicano de Enfermedades no Transmisibles. Y los números van en aumento.
La codicia sin fin de la industria alimentaria (particularmente las grandes firmas transnacionales) y de las propias autoridades raya en lo criminal, pues tal amasiato traducido en la ausencia de medidas contundentes que frenen esta epidemia nos está conduciendo a cifras de alarma en cuanto a la aparición de enfermedades crónico-degenerativas asociadas con el sobrepeso y la obesidad: diabetes e hipertensión, por citar algunas.
Si como población y padres de familia estos datos no nos mueven, agreguemos el abaratamiento progresivo de los servicios de salud públicos con los recortes a los presupuestos, la reducción del cuadro básico de medicamentos y lo que ya nos han adelantado, una próxima disminución de cobertura para ciertas condiciones médicas en el IMSS e ISSSTE.
Otro de los retos de la educación consiste en promover estilos de vida saludables para concienciar a las nuevas generaciones de la importancia de cuidar su salud previniendo la aparición de enfermedades con una alimentación sana.
Las autoridades educativas son las responsables de lo que consumen nuestros niños y jóvenes en los planteles, donde pasan gran parte de su día.
Es inconcebible que teniendo la enorme responsabilidad de conducir el destino de la educación no sólo no pongan el ejemplo, sino que promuevan la venta y consumo de alimentos nocivos para nuestros chicos.
¿Usted sabe qué come su hijo en la escuela? Le recomiendo darse una vuelta para que por vista propia constate que las cooperativas escolares lo único que ofrecen son galletas, bebidas azucaradas y frituras. Y para los desayunos el menú consiste en: gorditas, hamburguesas, hot dogs, tortas, tamales y tacos. Frutas y verduras, ni en pintura tienen lugar en estas instituciones.
Como que ya va siendo hora de hacer algo al respecto ¿no lo cree? Bien podríamos comenzar por mejorar nuestros hábitos alimenticios en casa y exigir a los directores de las escuelas, desde las asociaciones de padres de familia, la venta de alimentos nutritivos y la eliminación de los productos chatarra de sus cooperativas.