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Más estropicios de Trump
Martha Chapa
Sin grandes logros ni compromisos serios concluyó la reciente cumbre del G7 –es decir, el Grupo de los Siete, que reúne a los mandatarios de los países más poderosos del mundo–, celebrada en Taormina, ciudad ubicada en la isla de Sicilia.
Mucha discusión con pocos avances, sobre todo por la postura de Estados Unidos en asuntos fundamentales de la globalidad, como lo es, de manera destacada, el cuidado del medio ambiente.
Bien sabemos que hay pruebas fehacientes, científicas, incontrovertibles, del calentamiento global provocado por la contaminación ambiental, el cual tiene demostradas consecuencias graves para la salud humana, así como para la flora y la fauna y, de hecho, para el planeta entero.
Aun así, el presidente estadounidense Donald Trump, en su primera oportunidad histórica a este nivel, sólo fue a la reunión del G7 a despotricar y a frenar acuerdos que con grandes esfuerzos, y luego de décadas de negociaciones multilaterales, se habían logrado en el pasado reciente.
Como ha ocurrido desde su campaña electoral, el mandatario puso en duda la existencia real del fenómeno del calentamiento global provocado por las concentraciones crecientes de gases de efecto invernadero. Peor aún, anunció ya con bombo y platillo que su país abandonará el Acuerdo de París sobre cambio climático, pacto suscrito en el 2015 por 195 naciones para luchar, precisamente, contra el mortal calentamiento global.
También, con sus decisiones erráticas y pedestres, el empresario convertido en presidente se dio a la tarea de minar la unidad de la OTAN y sus aliados tradicionales con un criterio de regateo financiero porque su país pone más recursos que los demás.
Con todo esto, queda claro que Estados Unidos no sólo ha perdido el liderazgo internacional, sino que se rehúsa a recuperarlo. Ahora ese sitio está vacante y alguien más deberá ocuparlo: asumir el papel de líder del mundo democrático. Tal vez quien tome la estafeta sea la canciller alemana Angela Merkel, o quizá el flamante presidente francés Emmanuel Macron. Por lo pronto, el joven mandatario galo se ganó la simpatía del mundo entero con su contundente y significativo mensaje en inglés a través de Twitter después de que Donald Trump anunciara la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. Luego de lamentar la decisión del estadounidense y de reiterar que Francia refrenda su compromiso para combatir el cambio climático (“No hay plan B porque no hay planeta B”, dijo), Macron tuiteó: “Make our planet great again” (Hagamos a nuestro planeta grande de nuevo), parafraseando, con tino y claridad, el lema de campaña de Trump.
En fin, volviendo a la cumbre del G7, no queda sino decir que se derivaron solamente malas noticias de esa reunión, por lo cual pronto surgieron preocupantes desavenencias y críticas, como la de la canciller Merkel, quien advirtió que Europa en adelante decidirá su destino sin Estados Unidos ni Gran Bretaña, con los que conservará lazos amistosos, pero no compartirá decisiones. “Los europeos tenemos que tomar nuestro destino en nuestras propias manos”, dijo, luego de señalar: “Los tiempos en los que podíamos confiar plenamente en los demás, en cierta medida terminaron”.
Una más de Trump, quien desde su llegada a la Casa Blanca no ha cesado de generar caos, confusión y riesgos, lo mismo con respecto al medio ambiente que en el campo de la paz y la prosperidad global.
En todo caso, podemos decir que la del G7 fue una reunión decepcionante, inútil y retrógrada para los intereses comunes de la humanidad, debido en especial a la irresponsabilidad, torpeza y limitaciones del impresentable mandatario estadounidense, que se acrecientan y se evidencian cada vez más dentro y fuera de su país.

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