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Turismo para todos
Martha Chapa

El concepto de equidad y justicia social en su sentido más amplio no sólo atiende a los satisfactores básicos, como alimentación, vivienda, salud y educación. Hay, además, otros factores que inciden en el bienestar individual y social. Entonces, si deseamos alcanzar una sociedad justa y desarrollada tenemos que aspirar a cubrir esos otros requerimientos humanos.
Por eso me entusiasmó mucho saber que se ha estado instrumentando un programa de turismo social sin precedente en nuestro país. Se trata de contribuir a que los mexicanos conozcamos nuestra tierra en toda su amplitud y diversidad, en la mayor y mejor medida posible. Porque, debemos reconocerlo, sólo una minoría ha tenido el privilegio de descubrir y disfrutar un número significativo de nuestras entidades federativas, ya no digamos sitios estratégicos de interés turístico.
De paso, se busca atraer a los viajeros que sólo miran allende nuestras fronteras sin considerar las bellezas y riquezas que hay en nuestro propio territorio. La infinidad de atractivos turísticos que ofrece México podría resultar de interés para quienes suelen vacacionar fuera de del país; por ejemplo, digo yo, tendría que ser una alternativa interesante para aquellos que prefieren viajar a tierras estadounidenses, máxime que en la actualidad, con el xenofóbico señor Trump al frente de esa nación, se arriesgan a sufrir maltrato y discriminación por el simple hecho de ser mexicanos. A esto habría que sumar los costos elevados en pasajes y hospedajes en el extranjero debido a la desventajosa paridad del peso ante el dólar y el euro.
La Secretaría de Turismo, junto con corporaciones privadas que operan en dicho ámbito, está empeñada en llevar adelante un visionario programa con la idea de abrir una amplia oferta a precios bajos y con facilidades a fin de alentar el flujo de turismo nacional, el cual se sumará al turismo que proviene del extranjero y que genera divisas fundamentales para México.
Quedó claro que a quienes promueven este programa no les anima el lucro sino optimizar la estructura de que se dispone en este campo, sin que necesariamente se sustente con subsidio gubernamental, como ocurre en otros países del mundo.
Un plan de esta envergadura con toda seguridad apuntará no sólo a un turismo que acude tradicionalmente a las playas, sino también al que se interesa por sitios que implican una propuesta cultural; por supuesto, sin dejar al margen el entretenimiento. Cabe remarcar que los beneficios de una propuesta de este tipo se vinculan por igual a la convivencia familiar y a la cohesión social.
Desde luego, un programa de esta naturaleza exige adoptar medidas que garanticen el cumplimiento y la calidad de los servicios que se ofrecen al turista, ya sea extranjero o nacional. Y algo muy importante: es indispensable asegurar la preservación de la paz en esos lugares frente a la delincuencia organizada, pues hemos visto que, por ejemplo, en Acapulco se han suscitado diversos actos de violencia tanto contra ciudadanos de la localidad como en perjuicio de paseantes de visita en ese puerto y, obviamente, eso ahuyenta el turismo de cualquier tipo.
En cualquier caso, se trata de un esfuerzo imaginativo y plausible que abrirá oportunidades para viajar en familia con el eje del disfrute y entretenimiento personales, en especial con una finalidad social, educativa y cultural. Y, ¿por qué no?, en beneficio del desarrollo económico del país.
Pronto tendremos noticias de la naturaleza y el alcance de tan ambicioso plan, si bien celebramos desde ahora la intención de facilitar que los mexicanos conozcamos y disfrutemos más y mejor a nuestra patria.

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