“Él era tan tímido”
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
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Ella lo conocía desde hace tiempo, él vivía por su calle y siempre lo veía pasar. Desde la primera vez se sintió atraída por esos ojos tristes y ese caminar pausado. Es un hombre tímido pensaba. Al poco tiempo lo vio pasar con una linda muchacha. Seguramente es su prima, pensó, después de ver que se besaban, apasionadamente y en público, descartó que fuese su prima, sin embargo no pudo evitar sentir pesar por el pobre muchacho tímido bajo las garras de aquella tipa, es una mala influencia se dijo, pero él era tan tímido que nada podía hacer. Pasaron los años y el tímido muchacho cambiaba regularmente de novia, regularmente las besaba con la misma pasión públicamente… y regularmente su ilusa vecina pensaba que, debido a su timidez, era una presa fácil para esas mujeres tan libertinas. Ella sería paciente y esperaría que aquel muchacho de andar pausado se fijara en ella. Un día sucedió, por fin volteó y la vio… le sonrió e inclinó su cabeza luciendo esa hermosa sonrisa para saludarla. Ella sintió que las piernas se le doblaban y no pudo evitar sonreír ensañando todos y cada uno de sus dientes… inclusive las muelas, tan fuerte fue que sonrió que su mandíbula quedó trabada por varias horas, fue un alivio que aquel tímido muchacho no se diera cuenta. Él solo sonrió y volvió a su andar, solo fue eso, un breve saludo pero para ella fue como si el paraíso se hubiese abierto.
Un día dejó de verlo, había terminado su carrera y había dejado la casa de estudiantes. Se había ido a vivir con una muchacha francesa que había llegado a la ciudad. Seguramente fue el idioma lo que los acercó, pensó, el muchacho hablaba francés y aquella francesa se había sentido más cómoda con él, que siendo tan hospitalario y amable le había brindado seguridad. Además a él le serviría practicar el idioma. Ella, queriendo estar a su altura, se metió a clases de francés y la próxima vez que se cruzó con él le dijo: “Comment ça va?” el volteó y con esa maravillosa sonrisa le respondió: “Ça va bien”… a ella literalmente se le cayeron los calzones. ¡Era la primera vez que platicaban y fue en francés! Esta oportunidad no la podía desperdiciar, “era obvio que el muchacho tenía interés en ella”. Entonces comenzó a hablar, hablar y hablar… tanto habló que no se dio cuenta de que la mirada del chico tímido estaba perdida en el horizonte, ella estaba tan entusiasmada que cuando él le pidió su teléfono no lo recordó. ¡Qué estúpida soy! se gritó a sí misma, no se dio cuenta de que su inconsciente la traicionó y lo dijo en voz alta, él sonrió nuevamente, ella estaba segura de que era tan simpática a los ojos de él que también sonrió, de hecho rio, a carcajadas. Entonces el muchacho, con evidente prisa, misma que ella no notó por estar riendo como loca, le anotó un número telefónico en un papel, se lo dio y se fue a toda prisa. Ella marcó inmediatamente, una contestadora respondió en lugar de aquella tímida voz: “La llamada no puede ser procesada como usted la marcó, favor de marcar de nuevo”. Lo intentó una y otra y otra y otras trecientas veces más hasta que se dio cuenta que evidentemente el número telefónico estaba incorrecto. Aquel chico tímido estaba tan “nervioso y emocionado” de darle su número a una desconocida que seguramente lo anotó mal. Ella no se equivocaba, era un hombre introvertido.
Pasó mucho tiempo antes de volver a verlo, hasta que por fin pasó. Ella corrió a saludarlo y decirle que le había dado el número mal, seguramente él estaba ansioso por volver a verla y corregir el error, seguramente en este tiempo, y con la incertidumbre de esperar la llamada, él se habría dado cuenta de lo mucho que le interesaba, seguramente él también la pensaba a diario… seguramente. Llegó jadeando por la carrera. Lo tomó del brazo, alguien tenía que tomar la iniciativa. Lo vio directo a los ojos y le dijo: ¡Estuve tratando de llamarte pero tu número estaba mal, pero de verdad que lo intenté, que bueno que te vuelvo a ver! El volteó a verla con esos hermosos ojos y esbozando una tímida sonrisa le dijo: Disculpa, yo no te conozco.
Moraleja: Los hombres son cazadores, si no te habla es… porque no le interesas.
Fin… sin más explicaciones