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Cultura para inconformes
David Eduardo Rivera Salinas
En materia de conducción y seguridad vial,
¿porqué algunos siempre incumplen?

La velocidad es la esencia misma de la guerra.
Sun Tzu
Desde hace algún tiempo, he venido haciéndome esta pregunta muchas veces; en ocasiones cuando observo un conductor que en nuestra calles y avenidas, con total impudor rebasa automóviles por la derecha, se pasa los altos en los semáforos, se da vueltas en “u”, se da el lujo de “echar” el auto a los peatones e incluso, hasta insultar a todo aquel que se le atraviesa en el camino, me gustaría como a muchas personas en nuestra ciudad, tener a la mano un control remoto que me permita detener la marcha de ése automóvil, llamar la atención a su irresponsable conductor y evitar de paso, algún posible accidente.
Sin duda estamos hablando de uno de los principales retos al que los ciudadanos nos enfrentamos en materia de seguridad vial: el de la prevención y tratamiento de conductas de riesgo por parte de aquellos conductores que transgreden continuamente las normas, y en particular, de quienes lo hacen pese a haber sufrido algún tipo de accidente o han sido incluso sancionados previamente, lo que nos permite pensar que existe un porcentaje significativo de conductores que transgreden continuamente la regulación vial, pese a existir diversas propuestas, tanto administrativas como jurídicas que tratan de disuadir estas conductas y de reeducar a los que las realizan.
En estos días se ha dado a conocer una nueva medida para intentar disuadir a muchos conductores para que reduzcan la velocidad de sus automóviles, sobre todo en el boulevard que diariamente recorren miles de autos entre las ciudades de Guadalupe y Zacatecas; se trata del radar de velocidad que pronto entrará en funcionamiento en ésa importante vía de comunicación, y que se suma a la lista de medidas que continuamente se ponen en operación para enfrentar esta problemática que preocupa a muchos padres de familias, cuando por ejemplo, los viernes por la noche, sus hijos, nuestros hijos, salen a divertirse por la noche con sus amigos e inevitablemente se trasladan juntos en automóviles repletos de fiesta y alegría, pero también de riesgo e incertidumbre.
En algunos países existen instituciones de carácter nacional responsables de plantear algunas cuestiones sobre la psicología de la velocidad que bien pueden ayudarnos a comprender este fenómeno que observamos en las calles de Zacatecas y en general de todo el país. Por ejemplo, en España, el Instituto de Investigaciones sobre el Transporte y la Seguridad Vial, ha contribuido favorablemente a pensar que los conductores de automóviles o cualquier tipo de autotransporte, están influenciados no sólo por aspectos de carácter cognitivo, sino también por factores de carácter social y cultural que influyen en su concepción sobre el riesgo de conducir a altas velocidades, y que muestran claramente cómo la posición que ocupan los conductores en la estructura social influye en sus comportamientos y conductas al manejar un auto.
Por ejemplo, cuando una persona está conduciendo un automóvil, todas las partes de su campo visual están dotadas aparentemente de movimiento, lo que nos indica que la percepción de la velocidad depende de la amplitud de los vectores de velocidad, es decir, cuanto más largos sean estos vectores, más intensa será la sensación de velocidad. Sin embargo, esta sensación depende también de la distancia que hay entre el conductor y su punto de referencia visual, lo que nos permite diferenciar entre sensación de velocidad y percepción de velocidad, diferencia que influye sin duda en la agudeza con la que un automovilista es capaz de evaluar su propia velocidad.
Si a esta dificultad ignorada por muchos, incluso por expertos conductores, le sumamos ingredientes como la euforia, la hiperactividad, el alcohol o las drogas, el placer por conducir a exceso de velocidad, el poseer un auto nuevo o simplemente la urgencia por llegar rápidamente a un lugar, el efecto que se produce es sin duda la sobreestima del conductor sobre su propia velocidad, pues la estimación de la velocidad es subjetiva y claro, sus resultados casi siempre son fatales.
Lamentablemente no existen soluciones mágicas para revertir este fenómeno, como tampoco está agotada la discusión acerca de qué resulta más conveniente impulsar, si un programa de prevención o uno de castigo para los conductores que transgreden las normas, o ambos de manera equilibrada.

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