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“Cuéntame tu historia… y no tendré ni idea de cómo eres.”
Primera parte

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

En impresionante. Vivimos sordos y ciegos a nuestro entorno...Los seres humanos vivimos en un libro y la mayor parte del tiempo no nos damos cuenta, ni cuando el viento sopla fuerte y alborota las hojas, ni cuando alguien lo cierra intempestivamente, menos aun cuando alguien lo toma entre sus manos y lo acerca a su nariz y lo huele tan profundamente que parece que todas las palabras se van por las fosas nasales, no tenemos la capacidad de sentir cuando una hoja es arrancada, doblada o arrugada… Si, vivimos en un libro y diariamente estamos involucrados en diferentes historias de diferentes autores. La Mada se ha dado cuenta que vive en un libro cada vez que cruza palabra con alguien que amable y afablemente le cuenta su historia.
Cuando platico con estas personas les hago la más firme promesa de que si algún día vacío sus relatos en un pedazo de papel inyectándoles vida con tinta y la fortuna me sonríe y me gano un premio, (Nobel de literatura para ser precisos) las invitaré a Estocolmo a la premiación, aunque al paso que voy, el premio en efectivo me lo gastaría en vuelos de avión y reservaciones de hotel para todas estas maravillosas personas que han compartido sus historias y las de sus parientes conmigo. Es que es inevitable, cuando los escucho no puedo evitar enlazar historias, imaginar escenografías, vestuario, la fotografía es, generalmente, en blanco y negro, a veces en sepia o en esos tonos pastel de los videos de los años 70's. Huelo, hasta los olores más desagradables, los huelo, puedo seguir oliendo cada vez que recuerdo la historia, por ejemplo, mi abuelo materno le regaló a mi madre después de muchos años de no verse (lustros, décadas… es lo mismo) un polvo para la cara, de esos en cajita de cartón, según me contó mi abuela, me imaginó su perfume sutil y lo hermosa que se veía mi madre usando ese polvo que le regaló su ausente y siempre amado padre mientras se envolvía con la mascada que también él le regaló, ignoro el color de la mascada pero en mi mente tiene colores y diseños: flores rosas con orilla blanca y fondo verde esmeralda.
Hay historias imposibles de crear con la imaginación, la realidad indudablemente supera la fantasía. Historias en los que no hay malos ni buenos, bueno honestamente y hay algunos personajes medio carajitos, pero a fin de cuentas, así es la vida, los personajes se cambian y se matizan según el son al que les toquen y a veces este son es tan malo que no hay quien lo pueda bailar bien.
En estas historias que me cuentan hay paisajes que fotografían impresionantemente, un Oscar seguramente por fotografía si me venía ganando, al menos una nominación. Los paisajes son nítidos e inevitablemente hermosos, por muy pobre que sea la descripción del narrador el contexto se forma claramente como si yo hubiese estado presente. Montañas, árboles, plantas (matas si el relato es sinaloense), establos, caminos de piedra, casas viejas que en mi mente se reconstruyen, muebles, lámparas, vasos de peltre, tinas de barro, letrinas, fuentes, iglesias, es más, hasta los santitos colgados o de bulto aparecen en mi mente. Todo está presente, hasta el brillo del Sol, la luz electrizante de la Luna, el golpeteo de la lluvia y nunca falta el dulce canto de las olas del mar platicando con el aire y las palmeras. Honestamente no sé si seré capaz de vaciar todas las imágenes que mi mente crea sin volverme loca… más.
Los rostros son más que conocidos por mí, aunque usualmente estos relatos son solo transmisión oral y no van acompañados de imágenes. Si no existe una descripción de la persona, misma que generalmente pido, no importa, de cualquier manera toma forma y se convierte en un personaje completo y claro, hasta el tipo de zapatos que usa o el color del cabello, la textura del encaje de su blusa… aretes, relojes, lentes, medallas.
Creo que fueron mis abuelas las que me iniciaron en este gusto de conocer historias y preguntar más y más. Ellas pacientemente me contaban la misma historia siempre, con mínimas variaciones, pero me gustaba escucharlas una y otra vez. Conozco estas historias al derecho y al revés, pero en mis sueños les pido que me las cuenten nuevamente con esa su forma única de relatar mientras su mirada volaba y atravesaba el tiempo… y se frenaba en seco chocando con mi imaginación.

Fin de la primera y aun no muy relatada parte. Érase una vez una próxima segunda parte.

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