FRENTE CIUDADANO POR MEXICO
Ricardo Monreal Ávila
(Intro: La alianza de los extremos ideológicos no es tan herética como pareciera a primera vista. Hay antecedentes a nivel de gubernaturas que debiéramos recordar)
Es muy probable que el próximo año participen tres frentes amplios en la elección presidencial y en la elección del primer gobernador de la CDMX. El frente de Morena-PT, el del PAN-PRD-MC y el del PRI-Verde-NA.
Solo este escenario introduce un factor de alta competencia y de incertidumbre en el resultado final. Si consideramos que uno o dos candidatos independientes podrían estar también en la boleta electoral, el escenario se vuelve aún más intenso.
A 10 meses de la elección, el otro factor que incrementa la incertidumbre es ese 30-33% del electorado que expresa que aún no decide o no sabe por quien votar. De hecho es el segmento más alto en todas las encuestas, incluida la de Morena con la que se eligió a la coordinadora de organización en la CDMX.
En este momento, el frente que produce más interés y atracción ciudadana es el llamado Frente Ciudadana por México (PAN-PRD-MC), que se registro hace unos días ante el INE. Dos sondeos preliminares (Consulta y Parametría), lo colocan arriba de las otras dos opciones partidarias, considerando sólo las “marcas”.
Otras encuestas los ubican en segundo lugar y otras, pocas, en tercera posición; pero ninguna de estas mediciones las subestiman o desprecian. La irrupción del FC vino a mover el escenario político nacional y estatal, emparejando el terreno del juego electoral en el 2018.
A partir del surgimiento del FC nadie puede afirmar que el triunfo de tal o cual opción es “inevitable”, es “irrefrenable” o es “imparable”. En un escenario a tres tercios, cualquiera puede ganar; o mejor dicho, gana aquel frente que tenga los mejores candidatos a nivel nacional y local (donde la elección sea concurrente, como lo serán en 9 entidades federativas), y aquel que despliegue la mejor campaña (es decir, que comunique mejor sus mensajes y que atraiga a los indecisos).
Hay un tema aún no suficientemente explicado ante la opinión pública. Cómo es que dos ideologías extremas se juntan; cuál es la fórmula para juntar el agua y el aceite; y cuál es su propuesta programática, más allá de quitar el poder al partido que lo detenta en un momento determinado. Este es un tema de pendiente resolución que el FC deberá explicar a medida que avance su presencia en los próximos meses.
Por lo pronto, podemos afirmar que la alianza de los extremos ideológicos no es tan herética como pareciera a primera vista. Hay antecedentes a nivel de gubernaturas que debiéramos recordar, para ponderar su viabilidad el próximo año.
Entre 1992 y 2017, PAN y PRD han formado alianzas estatales en 16 ocasiones. Han ganado 10 y perdido 6 elecciones.
La primera alianza ganadora PRD-PAN se dio en Nayarit en 1999, junto con el PT y el PRS, un partido local. AMLO y Felipe Calderón eran presidentes nacionales de sus respectivos partidos y la avalaron en su momento.
Vendrían después Chiapas (2000), Yucatán (2001), Oaxaca, Puebla y Sinaloa (2010), Durango, Veracruz y Quintana Roo (2016) y nuevamente Nayarit (2017). Nayarit es el único estado del país que será gobernado por dos gobiernos aliancistas PAN-PRD, siendo encabezados por Antonio Echevarría padre y Antonio Echevarría hijo.
Las experiencias aliancistas no triunfadoras son Durango (1992 y 2010), Chihuahua (2004), Coahuila (1999), Hidalgo (2010) y Oaxaca (2004).
Hasta el 2010, las probabilidades de ganar o perder de una alianza PRD-PAN eran 50-50% (perdieron 6 y ganaron 6). Sin embargo, 2016 y 2017 han sido años de aliancistas, al ganar en todos los casos donde han presentado fórmulas.
El reto de los gobiernos aliancistas PRD-PAN no es tanto ganar la elección, sino gobernar coaligados, y refrendar la alianza en la siguiente elección. Esta es una asignatura pendiente de resolver.
El reconocimiento constitucional de la figura “gobiernos de coalición” facilitará la resolución de este reto de gobernabilidad.
El Frente Ciudadano por México que se acaba de integrar a nivel nacional, y sus réplicas estatales, tienen la tarea histórica de no solo hacer alianzas programáticas electorales sino de impulsar desde el gobierno políticas públicas aliancistas que les permitan diferenciarse tanto de las experiencias fallidas anteriores como de los frentes partidistas con los que compitan electoralmente.
Esto implicará en el mediano plazo transitar de los regímenes presidencialistas puros a los regímenes semiparlamentarios, lo cual significará un verdadero cambio político en el país.
Los temas donde los gobiernos aliancistas pueden hacer la diferencia y el cambio verdadero están en la mente de los ciudadanos y en las agendas de la sociedad civil: inseguridad, desigualdad, corrupción, empleo, desarrollo, globalización simétrica, derechos humanos, procuración de justicia, educación de calidad y salud.
De una revisión de las tres ultimas plataformas electorales presidenciales que presentaron PAN, PRD y MC en 2000, 2006 y 2012, podemos afirmar que hay un núcleo duro de propuestas no menor al 30%. Es decir, tres de cada 10 propuestas son similares o intercambiables entre las tres organizaciones. Los temas de derechos humanos, equidad de género, combate a la corrupción y procuración de justicia generan las mayores coincidencias. Los temas de seguridad y drogas, política económica, régimen político y de “conciencia” (aborto, matrimonios del mismo sexo y adopción de hijos por parte de estas familias, producen las mayores diferencias y enconos).
Lo que hace el FC es intentar algo que desde la edad media se ha buscado: la fórmula para combinar el agua y el aceite. En política es algo más sencillo: construir un centro ideológico, un espejo doctrinal, donde izquierdas y derechas descubran que, además de las diferencias que los enfrentan, tienen un rostro en común donde el país y los ciudadanos pueden encontrar soluciones concertadas a sus problemas, demandas y sueños.
Después de 20 años de gobiernos divididos, esta convergencia sí es un cambio político verdadero en el país.