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Independientes falsificados
Martha Chapa
Pues resulta que la nueva moda política en México es ser candidato independiente.
Apenas se cerró el plazo para el registro en el Instituto Nacional Electoral de quienes aspiran a ser candidatos independientes a la Presidencia de la República y nos enteramos de que la cantidad de postulantes fue abrumadora: más de 70 personas, quienes de manera real o supuesta están al margen de algún partido político manifestaron su deseo de contender para ocupar el máximo cargo político en la república. De ellos, después de revisar el cumplimiento de los requisitos por parte del INE, procedieron 48 postulaciones que con seguridad más adelante se reducirán de acuerdo con su capacidad para recabar las firmas de adeptos que exige la ley.
Y si bien en una democracia resulta muy saludable tener un abanico amplio de opciones de ciudadanos que no pertenecen a un partido como tal, en este caso particular no deja de ser una mascarada pues en realidad, ya lo sabemos, quienes queden serán, como siempre, los políticos profesionales.
Así, vemos que unos y otras se vuelven candidatos independientes de la noche a la mañana incluso tras una larga vida partidista. Que, sin mediar discrepancias ideológicas, abandonan sus institutos políticos, no por diferencias de ideales o procedimientos sino debido a rencillas, ambiciones frustradas e incluso berrinches. Con frecuencia, respaldados por intereses visibles que los hacen en primer término dependientes hacia los polos de poder que los sustentan sin que su compromiso pase por el interés de los ciudadanos.
Revisemos tan sólo algunos ejemplos de quienes son los más conocidos aspirantes a candidatos independientes.
Ahí está Jaime Rodríguez, el Bronco, gobernador de Nuevo León, que ya traía arrastrando una militancia priista de más de tres décadas pero que al no obtener la candidatura que deseaba alcanzó en 2015 su cargo actual compitiendo con el disfraz de independiente. De paso, con su cuestionable desempeño al frente de la gubernatura ha desprestigiado este tipo de candidatura pues ha ido acumulando muchos saldos negativos en esa entidad federativa.
Otro aspirante a candidato independiente es el locutor Pedro Ferriz de Con, de quien algunos dicen que se trata de un buen comunicador, aunque vinculado a los intereses del gobierno en turno. En cuanto a su aspiración política, sólo podemos decir que no parece tener la experiencia ni la capacidad para gobernar un país.
Algo parecido ocurre con Armando Ríos Piter, quien todavía hace unos meses militaba en el PRD y ha tenido cargos en gestiones tanto priistas como panistas. Y por si algo faltara, ha sido mencionado como incondicional de Marcelo Ebrard, el tan nefasto el ineficiente exjefe de gobierno de la Ciudad de México.
Continúo con el recuento de “independientes” y, claro está, no puedo dejar de mencionar a Margarita Zavala, panista de cepa, quien ha sido una destacada legisladora y goza de reconocimiento por su honestidad. Sin embargo, no ha tenido cargos de responsabilidad que garanticen el manejo de los grandes asuntos nacionales. Y, sobre todo, es difícil considerar como independiente a quien ha militado durante más de treinta años en un partido político, al que renunció unos cuantos días antes de registrar su candidatura “apartidista”.
Finalmente, cabe mencionar a María de Jesús Patricio Martínez, quien sí parece ser una mujer de extracción independiente, cuya candidatura permitiría dar testimonio de ese México marginado que merece oportunidades y justicia. Están claras sus ligas con el movimiento zapatista chiapaneco pero habrá que decir a su favor que, en todo caso, no es propiamente un partido político sino un movimiento social.
A estos cuantos candidatos habría que agregar varias decenas más que no son del todo conocidos y que probablemente adolecen de las mismas carencias que los antes mencionados y que, también, con gran probabilidad no alcanzarán su registro.
Este panorama desangelado y desalentador de los independientes nos lleva de manera ineludible al tema de la partidocracia. Es decir, a suponer que quien ocupe la Presidencia de la República a partir del 2018, aunque llegara a provenir de una candidatura independiente, pertenecerá a alguno de los partidos que formalmente estarán en las elecciones del próximo año.
Eso sí, quien gane la Presidencia debería tener la capacidad para reconocer el hartazgo de la ciudadanía respecto de los partidos y de los políticos mismos, y comprometerse desde antes de la celebración de las elecciones a invitar a gobernar a ciudadanos independientes, genuinos, talentosos y capaces. Porque sí los hay, incluidos quienes no han pasado por ningún partido ni por altos cargos en la administración pública.
Por eso, se trata en general de candidaturas con vestimenta de independientes las que hoy transitan por la política mexicana. Hasta ahorita la mayoría bien pueden caer en la comicidad involuntaria, cuando no lindan en el descaro y el cinismo, características que resultan muy notorias para la ciudadanía.
En todo caso, al margen de la independencia real o ficticia de los aspirantes a candidatos independientes, lo que el país requiere es una sociedad civil cada día más amplia y participativa que se involucre de manera creciente en los problemas, retos y soluciones de la nación. Y, a fin de cuentas, que exija y supervise que los gobernantes hagan su trabajo con eficiencia y honestidad, y ofrezcan resultados satisfactorios y comprobables.
Sólo así podremos decir que México en verdad avanza con el impulso y el apoyo de ciudadanos probos, auténticos, capaces y comprometidos.

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