Crisis de subjetividad en la sociedad mexicana
Sabino Luévano
El filósofo italiano Maurizio Lazzarato, en su obra Signs and machines: capitalism and the production of subjectivity (2104) argumenta que la crisis actual en Europa no es sólo una crisis económica o política, sino más bien una crisis de la subjetividad. Por subjetividad podríamos entender los esquemas mentales que le dan sentido al mundo, que justifican que sea como es o refutan que sea como es. La crisis de subjetividad se aplica tanto a la llamada derecha como a la izquierda. La derecha continúa firme en la utopía neoliberal, de libre mercado y globalización. Para la derecha toda crisis se puede solucionar mediante una serie de medidas-reformas “momentáneamente” dolorosas. La izquierda, por su parte, refuta las cosas como son pero sus soluciones son o inexistentes o fantásticas. Lo que comparten ambas corrientes es que la realidad las ha desbordado: los esquemas mentales que le daban sentido al mundo parecen quedarse cortos en la comprensión de ese mundo. ¿Cómo explicar, por ejemplo, un fenómeno como el Doland Trump? La cantidad de teorías sobre su triunfo es numerosa y muy pocas han tratado lo más obvio: es claro que hay una crisis de subjetividad en la sociedad estadounidense sobre qué significa la política y quién puede ser un político, una crisis especialmente radical en el electorado blanco, baby-boomer y masculino. Incluso podríamos argumentar que esta crisis de subjetividad es en realidad una crisis de masculinidad: ciertos hombres (blancos) se sienten asediados por otro tipo de hombres (negros, hispanos y árabes). No olvidemos cómo inició la campaña Trump: con un ataque directo y frontal a la masculinidad mexicana.
En México considero que no podemos entender la crisis política y humanitaria actual sin conectarla con una crisis en la subjetividad, y especialmente, la subjetividad masculina de hombres en edad productiva. Vayamos por partes. México ha sido y sigue siendo una sociedad piramidal; respetamos las jerarquías de forma casi supersticiosa. Recuerdo que cuando fui a Estados Unidos por primera vez y vi a un trabajador blanco rezongarle a su patrón blanco, me causó cierta angustia. En México se respeta al jefe, al capo, al líder sindical, al caudillo, al capitán de la selección con fervor casi religioso, herencia que nos viene de distintos frentes: lo indígena y lo arábigo-hispánico. Nuestras familias son tremendamente patriarcales o matriarcales. Gran parte de nuestro cine clásico parte de un drama de la madre o del padre. ¿Quién no recuerda al patriarca en decadencia Cruz Treviño Martínez de la Garza? Creo que esta idea, la decadencia, es el corazón de la crisis actual de subjetividad. La cúspide de nuestra pirámide social, la dirigencia nacional, está podrida. Esa podredumbre, a su vez, se ha extendido a las capas bases de la pirámide. Parece ser que el razonamiento de muchos ciudadanos es el siguiente: si ellos roban y se hacen ricos robando y matando, ¿por qué yo no? El contraejemplo que desde hace varias décadas emana de la cúspide de la pirámide, ha envenenado algunos sectores de la sociedad mexicana. Ya Amores perros, en el lejano 2000, parecía augurar la catástrofe en la representación de diversas crisis de subjetividad; la familiar, la fraternal, la paternal. Por eso es urgente que la fiscalía anticorrupción sea la piedra angular de un posible cambio. Esa parece ser la única oportunidad que tenemos para revertir nuestra subjetividad marcada por el pesimismo, la violencia, el machismo, la irracionalidad y la corrupción.