Skip to main content

Sabino Luevano
La corrupción maquínica

El argumento central del libro del filósofo italiano Mauricio Lazzarato Signs and Machines (2014), es que nuestra subjetividad, entiéndase por ello el pensamiento humano, la forma cómo entendemos nuestras emociones y cómo le damos sentido al mundo, se estructura en dos capas; una semiótica significativa y otra semiótica asignificante. Estos conceptos son más sencillos de lo que parecen. Por el primer concepto Lazzarato entiende la subjetividad propiamente humana, la que emana de las relaciones sociales entre las personas. Sin embargo, según Lazzarato, y aquí es donde da una vuelta de tuerca interesantísima, en el mundo capitalista contemporáneo, la subjetividad ha dejado de ser privilegio humano, de tal forma que ha surgido una subjetividad de las cosas o los objetos. A esa subjetividad de las cosas la llama “semiótica asignificante”. Ese mundo de objetos está ensamblando como una máquina de producción, lo cual nos lleva a otros dos conceptos reveladores: la sujeción y la esclavización maquínica. Por la primera, que todavía depende de la subjetividad humana, o sea significativa, Lazzarato entiende las formas como nos categorizamos en sociedad; hombre, mujer, pobre, obrero, contador etc. Estamos sujetos a relaciones sociales que nos ubican con cierta valencia dependiendo de nuestro capital corporal, social, intelectual etc. Según Lazzarato, todos las filosofías liberadoras, como el marxismo o el feminismo, han intentando liberar al hombre de esos regímenes de sujeción. Sin embargo, se les ha escapado un régimen de explotación más íntimo: la esclavización maquínica. Por un lado somos sujetos, por lo tanto, podemos padecer formar de sujeción dependiendo de nuestro valor en la escala social. Pero por otro, somos componentes de una máquina de producción que incluye lo humano y lo no humano. Ejemplo: hoy cualquier actividad humana se co-articula con una máquina, desde sacar dinero de un cajero hasta escribir este texto en una computadora. Para Lazzarato en el capitalismo contemporáneo ha surgido una gran máquina en donde lo humano se transforma en un componente de la máquina, lo cual no significa que la máquina esté por encima de nosotros, sino más bien que ya lo humano no se entiende sin lo maquínico y viceversa. A esta unión entre máquina y hombre la llama “humans-machine”, que me atrevo a traducir como “lo humanante-maquínico”.
Partiendo de esta reflexión, en México pareciera que la corrupción ha dejado de ser humana y se ha convertido en asignificante. Ha sido tal la intensidad de la corrupción humana que esta ha devenido maquínica, de tal forma que amplios sectores de la población son componentes de la misma y ya no actores estelares. Esto lo propongo a raíz de dos eventos: la denuncia de Javier Corral del desvío de recursos de Hacienda hacia campañas del PRI y el posterior el castigo del gobierno federal a Chihuahua por atreverse a denunciar. En este caso, aparte de lo obvio, lo que más llama la atención es el absoluto silencio de los otros gobernadores, lo cual significa que son cómplices y beneficiarios de esta corrupción devenida maquínica, asignificante.
El otro caso tiene que ver con los recursos para damnificados del pasado terremoto. Según una nota de Reforma, muchas de las tarjetas de debito destinadas para damnificados, en algunos lugares más del 90%, no llegaron a su destino, lo cual significa que capas altas, medias y bajas de la burocracia política están involucradas en la corrupción. Esto nunca es un misterio, pero creo que ya no podemos llamarlo simplemente “corrupción”, por eso me atrevo a llamarla “corrupción maquínica”. Muchos mexicanos ya dejaron de ser sujetos y objetos de la corrupción para convertirse, más bien, en meros componentes de una máquina infinita y dantesca de podredumbre.

Leave a Reply