Sabino Luevano
Neoliberalismo tropical
No hace mucho le comentaba a un amigo economista de tendencia neoliberal, educado en el CIDE y el ITAM, que el triunfo de López Obrador era inevitable. Me citó un artículo de Macario Schettino -otro neoliberal (que además se cree historiador y filósofo)- para rebatirme. Conocía ese artículo y le repliqué que esas gráficas matemáticas parecían simple y llanamente “wishful thinking”. Al final creo que aceptó su miedo y remató con un: pero no pasará nada porque ahora al secretario de Hacienda lo tiene que ratificar el congreso, así que sólo serán 6 años perdidos.
Dos semanas después Javier Corral, el gobernador de Chihuahua, destapaba la trama de corrupción que implica a la alta burocracia mexicana hacendaria, muchos de ellos hijos del CIDE y el ITAM. El escándalo incluso podría implicar al presidente Peña Nieto. Nada que no supiéramos. La corrupción de la alta política mexicana a nadie sorprende. Lo sorprendente es que, por fin, un gobernador se atreviera a abrir la boca. Aunque tal vez tampoco sea tan sorprendente, ya que el PAN, si quiere algo de credibilidad, tiene que cambiar de estrategia y atacar por donde le duele PRI. En todo caso, una de las lecciones que podemos aprender de este evento es que uno de los pilares de la utopía neoliberal, de una sociedad de leyes e instituciones públicas reducidas pero eficaces y apartidistas, ha sido hasta el momento un cuento chino. En los países de América Latina donde hubo una “transición democrática” se enjuicio y encarceló a los antiguos delincuentes. En este país la delincuencia política sigue con el redituable negocio de controlar el Estado. Las instituciones públicas siguen secuestradas por intereses del Partido Único: Hacienda, la PGR, el IFE etc. En los estados las estructuras legales son poco menos que medievales; los fiscales, los jueces y los ministerios públicos en gran medida dependen del Señor Gobernador, o como dicen algunos fiscales, de “mi” señor Gobernador. Los priistas fueron los que nos vendieron/impusieron el neoliberalismo como el camino único a seguir económica y socialmente. En la práctica, como siempre, se tropicalizó esta ideología que, en sí misma, tiene puntos encomiables, como el Estado de derecho, la democracia, el respeto a las instituciones públicas o la libertad individual. Por supuesto que los neoliberales mexicanos tomaron lo que les convenía para dárselas de “científicos”. En su lugar, lejos de la utopía de Milton Friedman, se instauró una plutocracia aliada con el Partido Único, y juntos por siempre, se repartieron al Estado a su conveniencia. Un fenómeno que Edgardo Buscaglia ha llamado “efecto piraña”: la compra de partes del Estado por intereses plutocráticos. Total que cuando fuimos corporativos, las élites políticas y empresariales reventaron el modelo y lo re-inventaron a su modo. Ahora que somos neoliberales nos damos cuenta que de lo que se trata es de legitimar, mediante palabras y conceptos técnicos aprendidos en Yale, el ITAM o Chicago, el derecho de pernada de nuestras queridas élites. Y si mañana somos monárquicos, el modelo de igual forma fracasará porque el habitus priista sigue operando con absoluta impunidad.