Ricardo Monreal Ávila
Sembrar el terror por desesperación
El preámbulo del inicio de las campañas se ha enfocado en atacar el proyecto alternativo de MORENA y a ya sabes quién. Este tipo de prácticas han sido recalcitrantes a lo largo de la historia del país, en las que se busca el desprestigio y la descalificación antes que el debate o la propuesta. Recordemos lo vivido en las elecciones presidenciales de 2006, cuando se dijo que el candidato de izquierda era “un peligro para México”.
En aquella contienda electoral, llovieron spots en radio y televisión en los que se criticaban las propuestas de políticas públicas aplicadas durante la gestión del gobierno del otrora Distrito Federal; en algunos de ellos se decía que, con sus acciones, Andrés Manuel López Obrador había triplicado la deuda pública de la ciudad. La amenaza que se le planteaba al electorado era que, de triunfar el proyecto de izquierda, se vendría sobre el país un mayor endeudamiento que derivaría en una fuerte crisis económica, con niveles inauditos de desempleo. Aquella publicidad fue planeada y pagada por Acción Nacional.
Pero además de las cuestiones económicas, se trató de evidenciar la supuesta inseguridad que la administración pública del Distrito Federal estaba dejando en 2006. La hecatombe estaba anunciada para el país. No sólo se iba a adquirir una mayor deuda pública, sino que la inseguridad llegaría a grados alarmantes. Y al final se impidió el cambio.
Sin embargo, al término de la segunda administración panista, periodo en el que el Ejército salió a las calles a combatir al crimen organizado con un completo desconocimiento de la complejidad del problema, la inseguridad a nivel nacional no sólo no disminuyó, al contrario, aumentó exponencialmente. De acuerdo con el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el 84 % de los combates registrados de 2006 a 2011 entre fuerzas públicas y presuntos delincuentes, fueron iniciados por efectivos al servicio del Estado. La población resintió la escalada de violencia y desde entonces hubo cuestionamientos sobre la necesidad de tener a personal militar fuera de los cuarteles.
Al finalizar aquel sexenio, según datos del CONEVAL de 2013, había en el país 23.1 millones de personas que no podían adquirir la canasta básica; la administración federal que comenzó en 2006 recibió 14.7 millones de personas en esta situación. El porcentaje de la población en situación de pobreza para 2012 era de alrededor del 52.3 por ciento.
Por lo que ve a la actual administración, dadas las cifras económicas (enorme inflación y endeudamiento público, bajo poder adquisitivo y generación de mayor pobreza), la inestabilidad política, los altos índices de violencia e inseguridad, y la incólume corrupción e impunidad, queda de manifiesto que el peligro para México va en aumento.
No obstante lo anterior, los dos partidos que se han alternado en el poder en los últimos cuatro sexenios pretenden seguir promoviendo el miedo, como un arma para enfrentar la debacle que anticipan para las próximas elecciones de julio. En su afán por impedir la verdadera alternancia, alardean de supuestos logros de la presente administración, y alertan sobre las consecuencias de que los apoyos que hoy recibe la población le pueden ser retirados. Así lo están difundiendo tendenciosamente en sus spots, intentando apelar a la gratitud que, supuestamente les debemos los mexicanos y las mexicanas.
Sin embargo, la realidad nos devuelve incesantemente y por doquier a la crisis sistémica en que el país se encuentra sumido desde hace décadas. Lastimosamente, otros de los récords que institucionalmente se han batido se encuentran los gastos en comunicación social, y la apuesta de sus recientes estrategias consiste básicamente en promocionar y difundir los logros de su gestión; pero, por ejemplo, la calidad de la educación deja mucho que desear: en un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de finales de 2016, México ocupó el último lugar de 34 países evaluados, a pesar de una reforma educativa cuyas promesas hasta el momento no se han reflejado en el aprovechamiento del alumnado.
En salud, de igual manera, en un aspecto tan básico como el número de camas disponibles para el tratamiento de enfermedades, nuestro país ocupa el último lugar dentro de un estudio de la OCDE; es tristemente cierto: en hospitales públicos, los enfermos deben esperar días en sillas de ruedas para encontrar una cama disponible en la cual recibir su tratamiento.
Por si fuera poco, México ya enfrenta una devaluación importante en la paridad peso-dólar; la inflación se ha disparado de forma preocupante durante el inicio de este año; el precio de los combustibles, al liberalizarse, han registrado alzas no vistas con anterioridad. La reforma energética, que iba a acabar con los gasolinazos e iba a proporcionar estabilidad a los bolsillos de la población, sólo los ha mermado. Las y los mexicanos están molestos, con sobrada razón, aunque para el Ejecutivo resulte “irracional” el reclamo.
No basta con invocar la supuesta participación de manos extranjeras, de Rusia y Venezuela, en el proceso electoral interno; el régimen ve necesario intimidar a la población con el argumento de que todo conseguido en esta administración y en las anteriores está en riesgo de perderse. A manera de colofón, buscan sumar a la guerra sucia, pretendiendo equiparar el triunfo de la izquierda mexicana con lo que ha acontecido en los últimos años en el mencionado país sudamericano.
Buscan hacer del miedo una estrategia política rentable, emulando el trabajo sucio hecho por el blanquiazul en 2006. Por supuesto que, a falta de propuestas, compromiso y capacidad, resulta más viable atemorizar al electorado endosándole la responsabilidad del supuesto agravamiento de la situación —como si el estado de cosas fuera digno de conservar—. Miedo; una gastada estrategia. No va a funcionar este año.