La Manzana Flechada
Juntos y por separado
Martha Chapa
Joy Laville llego aquí, entre nosotros, a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.
Ya ubicada en México, a inicios de los cincuenta, vio y capturó nuestro paisaje en sus lienzos.
Por eso, es tan orgullosamente nuestra y pertenece a la cultura mexicana. Vivió en esta tierra más de un medio siglo.
Sus contribuciones a la plástica, son invaluables. Una pintura, que en tono pastel, irradiaba una serenidad y paz, no exenta de una soledad que en lo personal calificaría de sobria elegancia.
Inolvidables son esos azules que se extienden con belleza en mar y cielo, hermanados al indispensable verde de la vegetación, para conformar un impactante universo, donde los humanos ocupan un espacio perceptible pero discreto y un tanto solitario a manera de una síntesis vital.
De la pintura genial de Laville, que tanto me gusta y admiro, bastaría evocar ahora “Maja en rosa”, que me parece une el arte de antes con el arte de hoy, “Mujeres en playa”, que interpretó como la presencia acentuada de nosotras en la vida contemporánea, o sus “floreros”, llenos de luz, color y alegría.
Eso, sin olvidar, su escultura y su gráfica, al igual de valía excepcional.
Llegaría a San Miguel de Allende y sin saberlo provocaría al destino, pues ahí conoce a Jorge Ibargüengoitia, oriundo de ese estado, y cuyo talento asomaba ya en la dramaturgia y que luego brillaría por igual en la novela. Se casarían años después y solo el doloroso accidente aéreo que cegó tan lamentablemente la vida de Ibargüengoitia, interrumpió su feliz y productiva unión.
Una larga viudez, pues hace unos días, a la edad de 94 años, murió ella en Juitepec, Morelos donde residía.
Por eso, aunque no tuve el privilegio de tratarlos, hoy me los imagine muy juntos, así: En una mágica fusión del humor inglés y el humor a la mexicana. Con temperamentos en perfecto equilibrio y complementación, ella con su flema serena y profunda tan inglesa, y él, con la proverbial vivacidad e ingenio de nosotros, ¿o sería a la inversa?. A la vez, sumergidos cada uno en su afluente de creatividad, pero compartiéndolo de ida y vuelta y avivándolo permanentemente. Tan es así, que él escribía los catálogos de sus exposiciones, y ella, dibujaba las portadas de sus libros… En verdad una gran pareja…. ¡de película!.
Y bajo la constante de la amistad, que primero los unió, y el evidente amor que sobrevino y los envolvió, hasta sus días terminales.
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