“DENTRO DEL SUEÑO… DEL SUEÑO”
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
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Como cada noche estaba siempre al pendiente, quería sorprenderse así mismo durante la fase REM (rapid eye movement) del sueño o como él prefería llamarla fase MOR (movimiento ocular rápido) por aquello de su amor a la lengua, la lengua Española me refiero. Estaba seguro que al menos la erección que muy probablemente presentaría le anunciaría que ya estaba dentro de esta fase y podría sacar sus propias conclusiones a sus primitivas investigaciones científicas, tan carentes de bases y fundamentos como lo habían sido sus argumentos aquella vez que quiso salir ileso del lio amoroso en el que por su carencia total de sentido común se vio involucrado. La mejor solución, fue cambiarse de ciudad, como cada vez que se metía en problemas, había conocido, mejor dicho vivido, mejor dicho residido en tantas ciudades del país como torpezas y falta de valor para enfrentar sus tropiezos había tenido.
Volviendo a su manía, y como es lógico, la dichosa fase del sueño siempre lo sorprendía a él, hasta aquella noche en la que ambos fueron sorprendidos. Ezequiel se vio atrapado en el sueño de su sueño, de su sueño… así, como si su imagen fuese reflejada como Gala, se sintió provisionalmente reflejado en seis espejos verdaderos y fue justo en este momento que ideas y objetos derretidos empezaron a pasar flotando frente a sus atónitos y adormilados ojos… más abiertos que nunca. Primeramente su cuerpo se partió en múltiples partes geométricas: círculos, rombos, cuadrados, rectángulos, trapecios, triángulos, polígonos caprichosos, todos llenos de color y a veces en tonos grises, ocres, rojos deslavados. Las formas, las formas geométricas que los formaban se separaban e inmediatamente después, como atraídas por un imán se volvían a juntar creándole cada vez una personalidad única y diferente a la anterior. Estuvo a punto de formar parte del Guernica de Picasso, pero su instinto de supervivencia, y de huida, lo hicieron recapacitar antes de entrar, los gritos que salían del cuadro, el miedo, la desesperación y la desolación lo llevaron a tomar una mejor decisión, sentarse a observar con un morbo cubista, hasta ahora desconocido por él, a las señoritas de la calle Avignon, en el momento que una de ellas se le acercó con la intención de hacer negocio, le dio la espalda y saltó dentro del espejo más próximo.
Dentro de la oscuridad que imperaba en ese espacio buscó un interruptor de luz, no tardó en encontrarlo y darse cuenta del apagón que sufría la zona, como en todos los sueño, tener su computadora portátil sobre la mesita no le hizo cuestionarse la lógica del hecho, la prendió, tenía que registrar inmediatamente lo ocurrido en el espacio del sueño anterior, la máquina encendió y en menos de dos minutos se descargó, se lamentó de su desidia de no haber cargado el aparato, siempre presentaba el mismo problema, su desidia lo perseguía hasta en sueños. Se sintió imposibilitado y desesperado al no poder registrar sus impresiones, no se sentía capaz de retener en su memoria todos los pasajes vividos. Caminaba a tientas, y su pie pisó un lápiz que lo hizo rodar, fue dar al piso, golpeó con una mesa que al caer lo llenó de hojas de papel… Ezequiel recordó que hace tiempo solía escribir, con lápiz, comenzó pues a escribir en la penumbra, sin darse cuenta, su escritura se volvió tan cubista como él, esparcida en la hoja, deshumanizada, reducida a sus más básicos y elementales trazos, libre.
La hoja de papel, otrora en blanco y ahora llena de letras y relatos sin sentido se lo tragó, apareció en un espacio tan blanco que la idea de encontrar una copa de tinto lo obsesionó de tal manera que cayó en cuenta que sería imposible encontrar el tinto dentro de aquel blanco infinito, se conformó con un plato lleno de palomitas y se sentó a comerlas, sin prisa, una por una, tuvo la genial ocurrencia de continuar el texto formando letras con las palomitas de maíz que brotaban inagotablemente… hasta que un embudo lo chupó y lo dejó caer en la parte de “atrás” de una exposición temporal en un ex templo barroco agustino sin cara… cuya fachada fue “borrada” allá por el siglo XIX.
Un niño caminaba curioso por la exposición, observando las ciudades de acero y la nube de estropajo de acero que pendía sobre un charco de acero… de pronto el niño se paró en seco y lo observó parado frente a él, mejor dicho, frente al dibujo que lo representaba, él lo miraba a la expectativa desde atrás del dibujo, en una dimensión paralela, ambos se miraron fijamente. El dibujo titulado “sin título” fue re-bautizado por el pequeño observador quien volteó y le dijo a su madre: este se llama: “el hombre que no tenía cara feliz”… Ezequiel despertó y lo primero que hizo fue buscar su imagen en el espejo… ahí justo estaba, reflejo, eternizado, aburrido y entristecido, cerró los ojos y volvió a dormir, tal vez si se volviera a desprender en múltiples partes geométricas, su rostro se viera menos triste, al menos un poco más cómico.
Final en partes geométricas formando una carita feliz