El inicio de las transformaciones sustanciales: la guerra de Independencia
Dr. Ricardo Monreal A.
El proyecto que encabeza Andrés Manuel López Obrador busca fijar las bases para el establecimiento de una Cuarta Transformación histórica. En el pasado, se suscitaron tres eventos trascendentales para la vida pública nacional, caracterizados por cambios sustanciales en lo jurídico, político, económico y social: la Independencia, la guerra de Reforma y la Revolución mexicana fueron procesos sociales violentos, alimentados por una crisis sistémica, palpable en la desigualdad, la pauperización de la vida colectiva, los abusos de las clases dirigentes, la marginación y la exclusión de grandes sectores de la población.
El estallido de la guerra de Independencia obedeció precisamente a la ebullición de esa crisis sistémica, en el marco de situaciones sociales, políticas y económicas que ocasionaron el descontento generalizado. Para poder entender el movimiento insurgente que buscó la separación de la Corona peninsular –proceso que duró once años—, se tienen que revisar los diversos aspectos que fueron abonando al movimiento armado de 1810, el cual buscó transformar a la Nueva España, para alejarla del legado virreinal.
La historia oficial señala que la causa de mayor peso para el estallido de la Independencia fue la relegación de la población criolla de los puestos importantes dentro de la administración gubernamental, así como de las posiciones encumbradas en la organización clerical. También se dice que el cura Hidalgo se lanzó valientemente a iniciar el movimiento libertario en la madrugada del 16 de septiembre de 1810; situaciones que no son necesariamente veraces.
Durante la Colonia, se tiene registro de aproximadamente 75 periodos de sequía, los cuales afectaban considerablemente a los estratos sociales más desfavorecidos de la época, por las prácticas de acaparamiento que ejercían los grandes latifundistas, sobre todo de granos básicos como el maíz. Durante los periodos de abundancia, los grandes productores no podían comerciar sus productos debido a que el autoconsumo suplía la necesidad de compra. Y en tiempos de carestía, los precios se inflaban de manera discrecional, y las consecuencias de una mala alimentación se expresaban en el brote de enfermedades, así como en el incremento de la mendicidad.
Previo al levantamiento armado de 1810, hubo una carestía en la que el precio del maíz llegó a costar hasta 40 reales en lugares como San Luis Potosí y Zacatecas; los productos que más se vieron afectados fueron el frijol, el maíz y el trigo; la prolongada sequía también afectó al sector ganadero y, por consiguiente, los precios de los productos de origen animal se elevaron; las consecuencias más graves las sufrieron los grupos poblacionales de los estratos más bajos de la pirámide social virreinal.
Además del problema alimentario, previo al estallido del movimiento armado independentista también se suscitó una crisis económica importante. La dinastía de los Borbones, que sustituyó a los Habsburgo, contribuyó a generar descontento por su insensibilidad política, al imponer medidas hacendarias extractivas, que frenaron el crecimiento económico de las colonias, particularmente de la Nueva España. La aplicación de la Consolidación de Vales Reales de 1805 fue la gota que derramó el vaso entre los grupos adinerados criollos, lo cuales fueron los principales afectados, debido a que la medida sangró al principal inversionista de la época: la Iglesia.
La Consolidación de Vales Reales representó una fuga de capital de la Nueva España por aproximadamente 10 millones 511 mil 704 pesos, aparte de los 9 millones 500 mil pesos que ya se enviaban como recaudación fiscal a la Península. La medida impuesta por la Corona hundió a este territorio en una profunda crisis económica.
Además, durante los primeros meses de 1908, Napoleón Bonaparte, emperador francés, invadió España y obligó a Fernando VII a abdicar del trono, con lo cual impuso a su hermano José Bonaparte como el nuevo rey de la Península, desatando con ello no sólo la lucha española en contra de la ocupación francesa, sino además una profunda crisis política en las colonias, particularmente en la Nueva España. En el Ayuntamiento de la Ciudad de México, al darse la noticia de los sucesos en la metrópoli, comenzaron las discusiones acerca del concepto de soberanía y sobre quién recaía ésta, a falta del soberano. Los planteamientos de personajes como Primo de Verdad y Ramos, Melchor de Talamantes o Servando Teresa de Mier, anunciaban desde ese momento la intención de criollos intelectuales con cierta capacidad económica, de separarse pacíficamente de la Corona.
Lo sucedido la madrugada del 16 septiembre fue un punto de quiebre, producto de una serie de eventos en un contexto de crisis. Hidalgo y sus allegados políticos discutían en sus tertulias la conveniencia de que el poder político lo detentaran peninsulares, ante la posibilidad de que la Nueva España quedará subyugada al dominio napoleónico; la intención inicial de Hidalgo en el levantamiento armado nunca fue separarse de la Corona española, muy por el contrario, buscaba la preservación de los territorios de la misma, en contraposición a los intereses franceses; por ello, en la arenga ocurrida en el poblado de Dolores, aparte de la religión, la América y la Virgen de Guadalupe, se gritaron “vivas” al depuesto Fernando VII.
El propósito de independizar a la Nueva España de cualquier servidumbre o reino se fraguó durante los once años siguientes al grito de Dolores, no sin el gran derramamiento de sangre ínsito en la larga lucha armada que se vivió a lo largo y ancho del territorio.
Sin duda, un evento histórico que vale la pena recordar y analizar. La primera transformación sustancial en nuestro país fue en extremo violenta; vamos por la cuarta, la cual será de manera pacífica y a raíz de una revolución democrática.
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