Las contradicciones de Andrés Manuel
Quito del Real
A casi dos meses y medio de la asunción de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, la confusión reina entre muchos sectores sociales que componen el Morena.
En estas últimas semanas se ha venido desgranando la mazorca y los granos que caen son semejantes a los ofrecidos por los regímenes de gobierno anteriores, sin mostrar un perfil optimista que anuncie un viraje hacia soluciones económicas y sociales definitivas, bajo la égida de otro modelo macroeconómico.
Hasta el momento, ningún indicador internacional nos demuestra que dejaremos de estar sujetos al Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. No alcanzamos a identificar cómo es ni las virtudes del futuro modelo económico. ¿Hacia dónde iremos? ¿Seguiremos leyendo el librito del neoliberalismo, o del populismo, o adquiriremos otro que nos enseñe una vía genuina, salida del pensamiento y visión de los mexicanos?
El señor Alfonso Romo, asesor principal de López Obrador, sólo habla alegremente de las perspectivas, sin considerar los graves factores internacionales que provienen de los conflictos y contradicciones del mercado mundial. Él considera tener soluciones para todo, como si el mundo viviera una etapa ideal de estabilidad y no se moviera. Se pasea por las diversas pasarelas de los dueños del dinero y sale en la foto como si su sonrisa guiñara un augurio definitivo hacia la felicidad.
Pero conforme pasan los días, se demuestra que el escenario no es como ellos lo afirman, sino que éste reviste aristas muy complejas y, según se ve, a veces insuperables. Hasta la fecha, Andrés Manuel no ha demostrado de manera fehaciente de dónde sacará el dinero para el rosario de obras que emprenderá durante su mandato. Las obras que él dice son, en su mayoría, muy necesarias, pero esa no es la discusión. Se trata de saber de dónde sacará los recursos para el tren Maya, para reconstruir las refinerías, para becar a los desempleados y alumnos pobres, para apoyar a los miembros de la tercera edad, para construir muchas escuelas y hospitales… y reparar el desgaste de nuestra soberanía.
Él dice que con los ahorros de los recortes salariales de la burocracia y con lo obtenido en la lucha anticorrupción saldrá buena parte de los gastos esperados para emprender las obras futuras. Pero no convence. Cuando se habla de un país en ruinas como el nuestro, es imprescindible reconocer que en el futuro los gastos será todavía más pesado que en sexenios anteriores. No tenemos respaldos interesantes: el petróleo ya no es nuestro, ni los bancos ni los teléfonos; muchos de nuestros recursos institucionales fueron dilapidados, tirados o vendidos…
¿Cómo le vamos a hacer?
No es posible continuar en el espejismo de que crearemos soluciones eficaces para combatir la inflación, porque los precios seguirán subiendo y las necesidades se incrementarán. ¿Están seguros de que ya no subirá la gasolina y que tienen capacidad para bajar su precio? Sería necesario que Andrés Manuel ajuste muchas de las expectativas luminosas que ha vendido al pueblo de México, porque emprendió una marcha llena de declaraciones sin sustento, como si la crisis fuera a ser superada en cuanto él se siente en la silla presidencial.
Hasta la fecha, López Obrador se ha rodeado con gente que es insolvente ante la opinión pública. Está quedando a deber con la calidad de