La Manzana Flechada
Qué dolor
Martha Chapa
Es todo un desastre sí, que nos tiene entristecidos e indignados, además de sentir una rabiosa impotencia, pero el horrendo y devastador incendio que consumió el Museo Nacional de Brasil, enciende a la vez los focos rojos respecto al estado que prevalece en nuestra infraestructura cultural, y hasta extensivamente en el mundo pues todo acervo nos pertenece a cada uno de nosotros al formar parte del patrimonio histórico-cultural de la humanidad.
Más allá de negligencias y omisiones registradas, que deben castigarse severamente, nos deben llevar a prevenir todo tipo de siniestros pues a fin de cuentas haya quien haya sido el o los responsables del gravísimo daño y de las pérdidas, son ya irrecuperables e irreversibles.
Hasta ahora, no sabemos con exactitud que pudo haberse salvado de ese inmenso e invaluable acervo, pero nos han anticipado que es casi total, tanto el inmueble de carácter histórico, emblemático y con valor arquitectónico, como el formidable contenido que se mantenía dentro.
La relación de lo perdido, para siempre, es más que doloroso y no tenemos palabras para expresarlo o definirlo en su verdadera dimensión, ya en términos de nuestra memoria histórica, arqueológica y científica.
Baste mencionar el listado que se dio a conocer:
decenas de huesos de dinosaurios, algunos únicos de su tipo; un esqueleto de una mujer (Luzia) de 12.000 años de antigüedad, el más antiguo encontrado en el continente; el meteorito Bendegó, el mayor encontrado en Brasil; su colección de arqueología egipcia era la mayor de América Latina; en sus instalaciones se encontraba la mayor biblioteca científica de Río de Janeiro; su acervo de arqueología estaba compuesto por más de 100.000 objetos provenientes de diversas civilizaciones de América, Europa y África, desde el Paleolítico hasta el siglo XIX; la colección de arqueología clásica la integraban 750 piezas de las civilizaciones griega, romana, etrusca e italiana, considerada la mayor en su género en América Latina; y un conjunto de aproximadamente 1800 artefactos producidos por las civilizaciones amerindias durante la era precolombina.
De seguro aparecerán explicaciones verborreicas, todas ellas injustificadas, de lo que provocó el incendio y hasta culpables o chivos expiatorios, que implicaron negligencias criminales, salvajes recortes presupuestales o corrupción e impunidad imperdonables, como tantas veces ocurre en nuestro medio y se deja siempre al final a la cultura en materia presupuestal y fuera las prioridades nacionales.
Queda claro eso si, como lo dijo el Jefe de Bomberos de esa ciudad, que se carecía de un sistema de hidrantes contra incendios, justo en un edificio con pisos de madera y substancias de conservación de elementos, como el alcohol, que propagaron aún más las llamas inexorablemente.
Después de esta grandísima tragedia nada, nadie, podría dejar de actuar de inmediato y, exigir a fondo que se revisen nuestros museos y recintos, y que se garantice la preservación de la obra que durante siglos grandes artistas, científicos, investigadores y creadores mexicanos en general, le han legado a su pueblo, a su sociedad.
Por eso propongo que en el legislativo se valore la inclusión de un artículo constitucional o en algún otro apartado de la ley, donde se establezca rotundamente que será delito mayor y causa de separación definitiva del cargo, del nivel que sea, así sea el propio Presidente, la omisión o negligencia en casos de destrucción de nuestro patrimonio cultural, que es también de la humanidad.
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