Cambio de Poder.
Por: Juan Carlos Girón Enriquez
Comenzamos con el nuevo sexenio, muchas cosas no van a cambiar en 5 días, tampoco en un mes o dos, menos cuando la gran mayoría de los problemas que se viven en nuestro país son problemas estructurales que difícilmente se quieren resolver, ya que reproducen la pobreza y con ello el sometimiento del pueblo.
Muchos pueden decir que hay que conceder el privilegio de la duda, otros afirmarán que se habla por ardor, el problema es que se pierde objetividad cuando hay apasionamientos y en la política la objetividad no se debe perder, porque solo así se pueden corregir los errores que otros están cometiendo.
Un cambio de partido en el poder no es necesariamente lo mejor, tampoco estamos juzgando antes de conocer, pero como coloquialmente se dice, la primera impresión jamás se olvida, en este caso, el nuevo gobierno ha dado una primera impresión que, a mi parecer deja mucho que desear, por los siguientes motivos:
Primero. Abrir la residencia oficial de Los Pinos a la ciudadanía no es un acto de democracia, sino romper con un simbolismo, con el que podemos o no estar de acuerdo, pero que representa la República Mexicana.
Segundo. El discurso de odio contra el PRI y el PAN, partidos que le antecedieron en el ejercicio del poder, por cierto uno de ellos además fue el instituto político en el cual se formó originalmente, no fomenta la democracia sino el rencor, además de atentar contra las instituciones democráticas que se han fortalecido en nuestro país.
Tercero. Las consultas ciudadanas no son el mecanismo ni más democrático ni mas certero para tomar las decisiones importantes en el país, porque para tomar ese tipo de decisiones el pueblo ha acudido a las urnas.
Cuarto. El pueblo no es experto en aviación civil o en vías férreas por lo que lo indicado es que esas decisiones se tomen atendiendo a los diversas aristas que representan y no a la decisión de las masas, sobre todo cuando las masas no participan en las consultas.
Quinto. No se trata de promover un discurso de mesías que perdona y olvida, o un discurso de venganza que castiga si la voluntad popular se lo exige, entonces ¿dónde queda la capacidad de decisión del gobernante?
Y así podemos seguir haciendo una larga y considerable lista de primeras impresiones que ponen en tela de juicio la capacidad del actual presidente de México de cumplir sus promesas de campaña, pero también se abre una posibilidad de que no se pueda concretar la esperanza del pueblo de una verdadera transformación.
Las actitudes de su gabinete y las declaraciones no son otra cosa que una manera déspota y prepotente de iniciar una burda venganza con los que los antecedieron en el puesto, sin darse cuenta que lo que están haciendo, en lugar de fortalecer, debilita las instituciones y con ello la democracia en nuestro país.
No es simplemente el grado de obscenidad o vulgaridad en los comentarios que, como mexicanos, pudiera estar en nuestro acervo cultural, eso no me extraña, lo que resulta incomodo es la actitud de superioridad y autoritarismo con el que se hacen las declaraciones, ese es el mensaje de fondo que debemos analizar, porque el centralismo, el control y la intervención en asuntos estatales no es otra cosa que un ejercicio autoritario del poder que a los mexicanos en su conjunto nos debería preocupar, no es un asunto de los que votaron o no votaron por AMLO, es una responsabilidad de todos los mexicanos.