Divagaciones de la Manzana
Paremos la violencia ¡ya!
Martha Chapa
Aquí y en todo el mundo, cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, decretado oficialmente por las Naciones Unidas en 1999, si bien considero que debemos ir a más pues todas y todos y tener presente esta fecha todos los días, todas las semanas, porque es preciso seguir luchando siempre en ese mismo sentido.
Por eso, más que una fecha conmemorativa, considero que se trata de una convocatoria a defender sistemáticamente las causas de las mujeres y reprobar cualquier acto de hostilidad, agresión o discriminación contra nosotras, venga de donde venga.
Hemos avanzado sí, lo mismo en cuanto al reconocimiento de nuestros derechos dentro de la sociedad, que en la equidad de género o la igualdad de oportunidades, pero no es suficiente a la vez que lamentamos la multiplicación de agresiones y la bestialidad de los espeluznantes feminicidios que aún se registran a lo largo y ancho del país e incluso en el mundo. También erradicar maltratos, discriminación e injusticias que se cometen en nuestra contra ya en las tareas domésticas, dentro de una fábrica o en las escuelas y universidades.
Ese hostigamiento ni siquiera hemos podido aún aminorar, lo cual es inaceptable, máxime cuando se trata de oponerse a nuestro desarrollo o se nos humilla a cambio de un favor sexual, es decir de hombres que se aprovechan de su jerarquía dentro de tales espacios e instancias, donde abundan en nuestros días las bajezas, la misoginia, el machismo…
Las estadísticas son escalofriantes y en otras colaboraciones las he expuesto. Cifras abrumadoras con cientos de feminicidios y miles de agraviadas, aunque hoy si destaco una que rebasa los peores calificativos, nos estremece y exige detener la incultura de la muerte contras las mujeres: ¡Cada hora se registran 6 feminicidios en el mundo!.
Por tanto, recordemos también hoy a las hermanas Mirabal (Minerva, Patricia y María Teresa) que sufrieron estas y otros abusos por parte del dictador dominicano Leónidas Trujllo, quien las asesinó a inicios de los años sesenta, y que con el tiempo se constituyeron por su valentía y honestidad en un símbolo de la no violencia y la defensa de nuestros derechos.
Hace falta entonces avanzar en leyes y reglamentos, así como hacerlas valer en la práctica cotidiana, tanto dentro de nuestras instituciones públicas y privadas, como en la sociedad misma, donde tiene que imponerse plenamente ya el respeto, la tolerancia, la aceptación y el reconocimiento de las capacidades de cada quien. En fin, ese conjunto de normas y valores que complementan, armonizan y equilibran el ser y estar de hombres y mujeres en una nación.
No dejemos que se cometan más agresiones, arbitrariedades y diferencias discriminatorias para las mujeres. Y exijamos que se refuerce en nuestro sistema educativo la noción de la equidad, las libertades y la impartición de la justicia. Y mantenernos muy vigilantes de que no anide la impunidad y se agilicen las sentencias contra quien atente y viole los derechos que hemos conseguido con enorme esfuerzo, valor civil y hasta grandes sacrificios y pérdidas de vidas.
Una tarea que parte desde el propio hogar, donde las mujeres debemos estar aún más conscientes de la igualdad entre nuestras hijas e hijos y no aceptar nunca sumisiones ni condición alguna de una supuesta inferioridad.
No hay mucho que celebrar y si mucho que nos indigna, lastima y reprobamos. Sigamos trabajando y luchando hasta el último rincón de la patria, con un sentido preventivo e igualmente denunciar y combatir todo hecho violento y degradante contra las mujeres.
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