Sheinbaum podría poner en jaque a la capirucha
Quito del Real
Ahora sí, para que vean, la nueva jefa Sheinbaum, la de los arribos en moto, ha desgranado la serie de medidas básicas con las que iniciará su viaje político por las entrañas de la gran urbe.
Ella se siente segura de su carisma, fuerte por el partido que la apoya y visionaria por los rudimentos aprendidos desde que tomó la palabra para vituperar a una compañera en una asamblea del CEU.
Claudia es, en este momento, el personaje clave de la vida pública en la Ciudad de México. Ha opinado con libertad acerca de cualquier cosa y demuestra que está informada. Es una mujer contumaz y disciplinada que entiende que la energía y la represión han pasado de moda para manejar a este enorme conglomerado humano.
Y por eso, como declaración espectacular, anunció en su discurso de toma de posesión que desaparecerá el cuerpo de granaderos, porque ella “es hija de los veteranos del 68”. Por supuesto, tal posición levantó la ceja de los que sí saben mucho del nido de víboras venenosas que pululan por el subsuelo de esta ciudad.
No es que tal medida sea objetable. Se mira bien. Lo que produce dudas es que lo haga frente al clima de violencia que ha sido característico en los últimos meses, donde por quítame estas pajas aparecieron linchamientos y levantamientos cercanos a la guerra civil.
¿En verdad está segura de lo que hace?
La policía metropolitana, sin su cuerpo de granaderos, demostrará su fragilidad en el momento preciso en que aparezca un motín en Tepito, una gresca en Iztapalapa o una balacera en el corredor Roma-Condesa. Esto parece una imprudencia cuando aún no se han definido las medidas alternativas que se instalarán para cubrir tamaña ausencia.
Pero Claudia siente que hizo bien. Allá ella. Lo que sí vale comentar es que, más allá de nuestro odio a los granaderos y nuestra solidaridad con los que han sido descalabrados con sus temibles macanas, la Ciudad de México luce un debilitamiento en su sistema de contención de masas.
A lo mejor piensa Claudia Sheinbaum que el aura bonachona de su gestión caerá sobre toda la ciudadanía y que, de repente, los habitantes se tornarán en entes pacíficos, con ojos celestiales y mirada lacrimosa, después de haber comprendido la buena onda de su programa.
Mucho temo que Claudia Sheinbaum sólo ha paseado en la moto sólo para ver desde arriba la realidad escenificada en las calles de la ciudad que deberá gobernar. Su gestión en Coyoacán, en el rubro de seguridad, dejó muchas cosas pendientes y demasiadas falencias.
Sheinbaum nunca se ha dado un tiro en un encontronazo de multitudes, ni ha sufrido un asalto en el metro, mucho menos fue víctima de un topón en una calle populosa. Ella proviene de la seguridad que otorga la política de élites y los debates en la Ciudad Universitaria. A lo mejor todavía no entiende el drama del nuevo cotorreo.
Porque lo que sucede en la Ciudad de México no es cualquier cosa. Un desalojo en un inmueble puede desatar un motín. El robo a un transeúnte puede desatar un motín. El atraco en un mercado puede desatar un motín. Un choque severo de varios vehículos puede suscitar un motín.
La mecha es corta por estos lares. La gente ha sido criminalmente sometida a una tensión social durante muchos años. Fue castigada con desempleo, hambre y represión. Y estas son cosas que no se desmontan de un día para otro; es necesario un proceso donde lo viejo (los granaderos) sea paulatinamente sustituido por lo nuevo (un sistema de seguridad moderno y cercano a la gente).
En muchas colonias de esta ciudad se desconoce si Claudia ha decidido constituir una policía ciudadana. Control ciudadano de la vigilancia. En virtud de que la nueva alcaldesa se maneja muy discreta con los rudimentos de siempre, sería posible sospechar que muy pronto responderá con una batea de babas, donde la represión no podrá ser sustituida por un lenguaje bonito, vistoso y para las galerías.