No se trata sólo de cerrar la llave.
Por: Jenny González Arenas
La explosión de la toma clandestina en el ducto de PEMEX, localizada en el municipio de Tlahuelilpan, Hidalgo, ha dejado al descubierto una serie de irregularidades de las que mucho se ha hablado pero que rápidamente se dejan en el olvido.
No es un tema nuevo la ordeña de los ductos, ni los accidentes que ocurren derivados del riesgo que implica el perforar un ducto por el que viaja el combustible, tampoco son temas ajenos la importación de gasolina a México o el incremento constante del precio del combustible o la situación de marginación en la que vive un buen porcentaje de la población en México; todos estos temas se mencionan porque, aunque no lo queramos ver, las tomas clandestinas no es un fenómeno aislado, por el contrario, es multifactorial y su atención requiere de atención integral, en otras palabras, no se resolverá con solo cerrar la llave de los ductos y transportar el combustible en pipas.
Cierto es que la ordeña clandestina de los ductos de PEMEX generan una merma en la rentabilidad de la empresa, cuyas ganancias no solo impactan en las finanzas de la empresa, también en las de México, cuyo presupuesto depende en una buena proporción de los recursos que PEMEX le proporciona.
Sin embargo, todas las acciones que se lleven a cabo deben ir encaminadas a resolver el problema de fondo, no solo a tapar el pozo después de ahogado el niño.
Muchos son los responsables y muchas también las causas. Según se sabe, los ductos están monitoreados permanentemente, de tal forma que la variación en la presión del ducto se ve reflejada en los monitores de las computadoras y nadie dijo nada, o si alguien dijo algo, en algún momento hubo alguien encargado de hacer algo que tampoco se hizo. Cuando el problema comienza a crecer, unas y otras autoridades comienzan a lanzar la pelota a la cancha del de enfrente, que si le corresponde a las policías municipales, a las estatales o a las federales, que si gobierno municipal o estatal o federal, que si era un robo a la nación que atentaba contra la soberanía o se trata de una revancha social por lo poco accesible del costo de los combustibles y el incremento en los precios de las mercancías, un hacerse justicia por su propia mano, finalmente PEMEX es (o era) de todos los mexicanos.
Pasó el tiempo y el problema fue creciendo, lo que era un problema que se podía atender, terminó siendo un conflicto que requería la atención del ejercito y con ello, la violencia en torno al huachicoleo se fue haciendo casa vez mas evidente y cobrando más vidas, los accidentes, los enfrentamientos entre bandas rivales, o con las autoridades encargadas de cuidar los ductos. También hay pueblos enteros cuya economía floreció a raíz de las actividades ilícitas, se fue acompañando la ordeña de ductos del narcotráfico o viceversa, no se sabe si eran parte de los mismos o una cosa lleva a la otra, pero ahora van de la mano.
Una vez mas, al igual que cualquier política pública que pretenda combatir el narcotráfico, el huachicol debe ser combatido desde sus causas de origen, prestando especial atención a la falta de empleo de las comunidades, a las necesidades educativas de los niños y jóvenes, a la diversificación de las actividades económicas y el fortalecimiento de la estructura social. No es solo cerrar la llave.