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“MIENTRAS NO ESCRIBIA…”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

No sé si a usted le ha sucedido, pero hay momentos en la vida, momentos que no deberían pasar, esos en los que dejamos de hacer lo que amamos por hacer lo que necesitamos, y por mucho que nos guste hacer lo que hacemos porque lo necesitamos, si no hacemos lo que amamos, y lo hacemos regularmente de no ser posible diario (no sé si me expliqué o lo compliqué más…) algo pasa en nuestro ser que sufre una metamorfosis al muy puro estilo Kafka, si, escuchó usted bien, nos convertimos en monstruosos y asquerosos insectos.
Cuándo voluntariamente, a fuerza, dejamos de hacer aquello que nos hace respirar, según la Mada, comenzamos un proceso de inhalación y exhalación cortito, tan cortito que dejamos de ser conscientes de que respiramos, la respiración se vuelve algo mecánico, única y exclusivamente para mantener trabajando los sistemas y aparatos que forman el cuerpo humano y, dicho sea de paso, le llega muy poco oxígeno al hemisferio derecho, que al estar tan descuidado e intoxicándose lentamente, comienza a maquinar ideas… y como estamos tan distraídos, las pone en marcha…
La Mada tenía semanas que no se sentaba y escribía, la Mada tenía semanas en las que sus dedos se conectaban únicamente al hemisferio izquierdo mientras que el hemisferio derecho estaba planeando lenta y maquiavélicamente, la Die Verwandlung, la transformación… la metamorfosis de La Mada.
Afuera de ella las cosas continuaban su curso y la Mada fue testigo de ellas como antes, mientras escribía, no lo había sido. Las observaba de una manera ajena, tan ajena que parecía que ocurrían cercanas a ella. Cuando escribes puedes procesar la información, cuando no, la información te indigesta y produce una inflamación de conocimiento provocando cólicos mentales y emocionales. Apareció el fantasma de la política, ese fantasma al que la Mada le huye constantemente. Este fantasma se manifestaba a diario y era tanta la información que recibía que se horrorizó al imaginar la cantidad que realmente existe, y con ello, la cantidad de verdades y mentiras… aquí fue donde pudo descubrir el verdadero temor a los temas de la política: tener la sabiduría para poder velar la delgada línea entre la verdad y la mentira, esa delgada línea que hábilmente pintan la calumnia y la venganza. Por un lado, respiró aliviada, había por fin enfrentado a su peor pesadilla, temiendo encontrarse con un manipulador político de hábil escritura.
Tras varias semanas de no disfrutar de una de las principales actividades que más ama, comenzó a sentir los cambios, y fue hasta después de varias semanas que la Mada notó que las orejas estaban más grandes y puntiagudas, la nariz comenzó a desaparecer, a fin de cuentas, para la cantidad de aire que entraba y salía, dos orificios pegados al rostro eran suficientes. Los ojos perdieron líquido, ese líquido que la pantalla de la computadora se bebe, la panza creció hasta parecer el caparazón de una cucaracha, los pies se hicieron tan pequeños que la Mada cayó y rodó sobre su propia panza/caparazón. La boca, los pobres labios de La Mada estaban pegados entre si y tenían un color gris plomo, se negaban a separarse, y podían hacerlo fácilmente, pero La Mada había olvidado la palabra secreta. Intentó recogerse el cabello para pensar con mayor claridad, pero cuando intentó pasar las manos por su cabeza se dio cuenta que no tenía cabello al tiempo que sus dedos se iban encogiendo. Lloró, lloró tan amargamente al sentirse metamorfoseada de tal manera, y todo por dejar de hacer lo que tanto ama.
Como pudo se arrastró, y aprovechando el rastro de baba por donde pasaba comenzó a trazar letras, palabras, ideas con sus delgadas patitas… poco a poco fue regresando a si…lo primero que volvió a la normalidad fueron sus dedos, uno a uno fueron brotando, luego las manos, los brazos, la panza/caparazón volvió a la forma habitual, las piernas, luego el cabello, lentamente abrió los ojos y justo después sus labios se separaron y pudo salir el primer sonido en semanas… un grito de alivio para ser precisos.
Respiró profundamente, y fue consciente como nunca, de que, cuando escribe, los duelos, la euforia, los temores, la tristeza, el amor, el desamor, la alegría, la pasión, el abandono… terminan siendo solo letras que brincan dulcemente en el corazón de la Mada ayudándole a bombear sangre y salen jubilosas de su nariz en un fuerte y calmado suspiro… Ahora sí, sigo resollando.
Final, escribiendo en modo Kafkiano