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Divagaciones de la Manzana

Hay de monólogos a monólogos

Martha Chapa

Con nostalgia, tan propia de esta larga encerrona por la pandemia, evoqué un
programa de televisión que formaba parte de las primeras emisiones que surgieran allá
por los años cincuenta: el de Humberto G Tamayo, bajo la denominación “El programa
de un solo hombre”. Era yo entonces una niña sorprendida, como todas y todos, por
ese nuevo y revolucionario medio de comunicación. Y un programa que me gustaba
porque contenía datos interesantes y aspectos de la vida diaria como también
ribeteado de cultura, conducido con gracia bajo el formato de un monólogo. Si mal no
recuerdo, la escenografía era muy simple: Bastaban una especie de escritorio y un
perchero, donde ponía su saco al entrar a cuadro, y que luego, al concluir la emisión,
se lo enfundaba de nueva cuenta. Había también, breves interrupciones con ingeniosos
mensajes publicitarios, que entiendo él mismo creaba.
Ahora, al recordarlo, no pude dejar de asociarlo con ese hombre que habla todas las
mañanas pero que se habla a si mismo y no a los mexicanos, excepto a los que
conforman sus voto duro, entre mentiras y datos sesgados. Eso es lo que hace el
presidente López Obrador: monologa imbuido en un caudal de cifras y situaciones, que
en buena medida son engañifas e interpretaciones distorsionadas. Alocuciones
presidenciales, que por su parte desmiente la realidad, de un día para otro, y que los
ciudadanos bien informados rechazan, aunque otros muchos le crean o parezcan

creerle y justificarle. De hecho, las encuestas que se refieren al presidente le conceden
todavía una popularidad significativa, si bien va en descenso, pues cada vez aumenta
el número de quienes ya resienten la crisis económica, la devastación del coronavirus,
la inflación al alza, la terrible inseguridad en que vivimos, la destrucción de las
instituciones...
Al término ya de su tercer año de gobierno e inicio del cuarto, nada parece mejorar y
hay grandes déficits, con una evidente caída en las inversiones y el empleo, por lo que
habrá que esperar mayores distracciones cada mañana y otras tantas ocurrencias y
fantasías, además de tensiones sociales, que por ventura lo van desgastando y
develando su ineficiencia y ausencia de buenos resultados.
Que diferencia entonces entre aquel que era un monólogo gozoso, aleccionador e
interesante, comparativamente con este otro monólogo de nuestros días de cariz
autoritario, falso, desorientador, ególatra y divisionista, comprobando también como la
nostalgia es una buena consejera cuando nos conduce a distinguir a los malos
gobernantes, que como López Obrador, ha desencantado por sus ánimos polarizantes
y ya amplio catálogo de ineptitudes.

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