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Crisis de Derechos Humanos en México.

Por: Jenny González Arenas.

Mientras los mexicanos estamos entretenidos con cortinas de humo, en conferencias matutinas que poco o nada hacen por definir el rumbo de la política económica del país, la imagen que México proyecta al exterior es la de un país con una severa crisis de derechos humanos.
Mujeres desaparecidas y víctimas de violencia, incremento exponencial en los homicidios dolosos, muertes de periodistas y activistas defensores de los derechos humanos, falta de pericia y debida diligencia en las investigaciones policiales que repercuten directamente en altos índices de impunidad; a todo lo anterior se agrega la gran división que se genera por el propio presidente entre los que están de su lado o los que están en contra de él, situación que impide la regeneración del tejido social y trae como consecuencia el desarrollo de un caldo de cultivo para la violencia y la delincuencia ante la apatía social.
México atraviesa también por una crisis de credibilidad en las instituciones, provocada por el propio ejecutivo, que se ha dado a la tarea de desacreditar y buscar desaparecer organismos autónomos por su notoria ignorancia del papel que representan en una democracia representativa o bien por su imperiosa necesidad de eliminar del camino todo aquello que represente un obstáculo para el establecimiento de su régimen autoritario en nuestro país. Porque para nadie es un secreto su intención de desaparecer al INAI y otros organismos o como se ha dedicado a debilitar al INE o los nulos resultados que ha tenido quien ahora preside la CNDH, por citar algunos ejemplos.
Todo lo anterior es reflejo de la grave crisis que vive nuestro país en materia de derechos humanos, lo que repercute directamente en nuestra democracia, porque un gobierno que no respeta los derechos humanos de las personas no puede ser considerado como un gobierno justo. Democracia y Derechos Humanos van de la mano.
Ante toda esta problemática, hemos de reconocer que no de los grandes logros de este gobierno ha sido su capacidad para organizar a la sociedad civil, en contra del propio gobierno, claro está, pero eso no le resta importancia, porque solo partiendo de la sociedad civil es como se puede lograr acabar con la descomposición del tejido social en la que nos encontramos.
México es uno de los países con una gran riqueza en recursos naturales, los mexicanos tenemos creatividad, somos una sociedad responsable, consciente, empática y capaz de trabajar de manera conjunta, ya sea con el gobierno o entre nosotros mismos, porque hemos demostrado, como sociedad, en muchas ocasiones, que no necesitamos de que la autoridad nos organice para lograr los objetivos que como sociedad nos trazamos.
Esta crisis de derechos humanos, que mucho podrá decir el presidente que ha sido heredada por otros gobiernos, se ha incrementado fuertemente en lo que va de esta administración presidencial y no se vislumbra una estrategia clara para evitar que la crisis se siga profundizando, por el contrario el problema es cada día más grave.
La realidad de Zacatecas no es distinta a la realidad nacional, por el contrario, se agudiza también la inseguridad, el desempleo, la falta de condiciones de vida digna para los zacatecanos, el miedo, la violencia contra las mujeres y ahora la juventud ve amenazado su desarrollo integral. Se está gestando una sociedad con miedo e indiferente, agobiada por una pandemia y por la delincuencia. Ese no es un futuro muy esperanzador para nuestra juventud, si a ello le agregamos la crisis económica en la que se está sumiendo nuestro país y afectando gravemente a Zacatecas, entonces que futuro tan desesperanzador les estamos ofreciendo.
De la sociedad civil es de donde tienen que emanar alternativas de solución a los graves problemas que ahora vivimos pero también tiene que surgir la exigencia de la sociedad a los gobiernos de que se escuchen esas propuestas ciudadanas y se implementen de la mejor manera posible, buscando el tan anhelado bien común y garantizar a presentes y futuras generaciones un desarrollo integral, que les permita vivir en armonía, en sociedad y en plenitud.