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“Podría ser Anna o Ana”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)

“Se me acabó el tiempo para recoger los últimos recortes de la revista de espectáculos, eran tantos que no pude agarrarlos todos cuando llegó el viento del norte, ese viento se lleva todo y no me da tregua a recoger nada… se me acabó el tiempo… pero ya no sé, el tiempo ¿de qué…?”
Sentada, tal y como había estado toda la mañana desde que Armida salió a la tienda a comprar las cosas para el desayuno, pensaba y se balanceaba en la mecedora de metal –seguramente tengo marcados los rombitos del asiento en las nalgas- pensó, y no pudo evitar reír imaginándose el diseño marcado en su noble, y olvidada, parte. La mecedora, de tantos años, ya empezaba a mancharse por la herrumbre, desde que la compraron en la feria siempre estuvo afuera, en el “porche”, nunca le habían dado siquiera una pintadita.
Trinidad buscaba las imágenes que tenía dentro de su cabeza, en los recortes de las revistas debería de haber algo que se asemejara al menos, buscaba en todas las revistas de viajes, de moda… ese lugar que se comenzaba a dibujar en su mente por las noches y al día siguiente cobraba el brillo y la nitidez de una obra maestra. Ella estaba segura de poder encontrar ahí lo que alguna vez perdió, su lucidez.
Armida regresó y vio, como todos los días, los papeles tirados por todas partes, sintió desesperación y al mismo tiempo una profunda compasión por su prima hermana. Hacía años que se había obsesionado con esa idea, con ese lugar perdido en su memoria. Armida, que la conocía desde niña, sabía que Trinidad nunca había dejado el pueblo, casi toda la vida habían vivido juntas y las pocas veces que habían ido a la ciudad no se separaban ni un instante… se quedó pensando, ella dijo “casi nunca”… si, dijo casi nunca…
Armida se desplomó en el sillón de la sala y sábana que lo cubría se deslizó en pliegues igual que sus piernas, recordó y no pudo evitar llorar. Trinidad no siempre había estado con ella, en su pueblo… el lugar que tanto buscaba no existía solo en su imaginación.
Armida recordó, sus ojos grises se llenaron de ese extraño brillo pardusco que tiene el agua de los ríos que desembocan en el mar, esos ríos que guardan bajo su aguas piedras cubiertas de lama y boleadas por las caricias constantes de las enamoradas olas del mar… justo ese lugar buscaba Trinidad. Armida había borrado esos días de su memoria, pero el tiempo, que es como la marea del mar, siempre trae a la orilla lo que alguna vez se traga y no pertenece a él.

La mayoría de las protagonistas es Ana o Anna de hecho hasta había pensado usar el nombre, pero Ana? Tan cortito y tan dulce, ahora estoy segura que mi siguiente protagonista será Ana, así aseguro que la escribiré