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Nostalgia por el Hay Festival Zacatecas

Diputada María del Mar De Ávila Ibargüengoytia

Como aire fresco de vendaval llegó el Hay Festival a Zacatecas en julio de 2010, en lo que fue una fiesta de la palabra escrita, y su comunión con la plástica, fotografía, música, y el cine que, durante cuatro días se ofreció como un espacio para la conversación y reflexión con quienes al día de hoy, y desde las más disímiles latitudes piensan el mundo, creadores contemporáneos todos, unidos por la conversación en un festival único en su tipo y que bien podría ser el Woodstock de la inteligencia.
Por su concepción, juventud y extranjería desde el pueblo de Hay-On-Wye, ampliamente reconocido por sus librerías en Gales Inglaterra, el Hay Festival trasladó a Zacatecas hace más de una década la posibilidad de ofrecer un evento que sin la fastuosidad y oneroso gasto público de los festivales mexicanos, logró casi de manera minimalista, desenfadada y franca poner sobre la palestra de los llamados conversatorios los temas sobre los que conversa el mundo, tales como migración, futbol, género, violencia así como el divorcio casi insufrible entre la ciencia y el arte.
Más de 50 eventos desarrollados en el Centro Histórico de una ciudad que por su vocación histórico- cultural concentró a figuras de la talla de Laura Restrepo, Manuel Felguérez, Juan Villoro, Jung Chang, Brian Nissen, Joumana Haddad, Juan Cruz, Jeanette Winterson, Elmer Mendoza, Antonio Skármeta, Sergio Ramírez, Fernando Trueba, Héctor abad, Javier Cercas, Alberto Fuguet y Wendy Guerra, entre otros que acercaron por primera vez a los lectores mexicanos y zacatecanos un festival internacional único en su tipo y que en 2009 fuera galardonado con el Queens Award for Enterprise: International Trade, máxima distinción que recibe una entidad británica por su trayectoria.
Lo sucedido las sedes como el antiguo templo de San Agustín, el museo abstracto Manuel Felguérez, ciudadela del arte, museo Rafael Coronel y la plazuela Miguel Auza, convertidos en templos de la palabra, diálogo y apertura, en que se desarrollaron las charlas, fue algo más que espacios para una reducida élite de escritores y lectores, fue una buena oportunidad para que, con el apoyo de instituciones patrocinadoras como, Conaculta, la Universidad Nacional Autónoma de México, British Council, Canal 22, las Embajadas de España y Gran Bretaña en México y The Anglo Mexican Foundation y un gobierno estatal ajeno al protagonismo, se sembró el germen de lo cotidiano de lo grande en este caso de la palabra escrita y que fue asequible para todos.
De entre los conversatorios más emotivos, por su trascendencia en el horizontes de las letras a nivel mundial, fue el ofrecido por Sealtiel Alatriste, escritor y director de Difusión Cultural de la UNAM, quién en un canto a la memoria viva de José Saramago y Carlos Monsiváis, lloró por su Ausencia Insalvable, “…he llorado porque los extraño, porque los extrañaré durante mucho tiempo, porque me hacen falta, porque los quiero, los añoro y anhelo que su ejemplo frente a la indignación siga vivo en mí y en todos los que los leyeron y, por tanto, los conocieron”.
Así, con el acento y atmósfera especial de las calles y callejones, por primera vez conversó un Luis Eduardo Aute, sobre la izquierda como su postura política al tiempo que entonaba Alevosía, así como Jon Lee Anderson, Cercas y Mendoza y otros más que irremediablemente coincidieron en el tema del narcotráfico, su mitificación e impacto en la realidad nacional; así también Alberto Ruy Sánchez llevó de la mano Sokol a lo que llamó jardines imaginarios del deseo y el erotismo plasmados en la poética en La mano del fuego, un Kamasutra involuntario, así como la presentación del mítico Bob Geldof, músico y activista irlandés que encantó con su charla y música a los asistentes del Festival.
En suma el Hay Festival, fue una gran conversación en que los puntos suspensivos quedaron inscritos en la vivencia personalísima de quienes desde la creación, la contemplación e incluso aquellos que con el primer acercamiento a algunos autores, lograron sembrar la curiosidad en ese acto vivificante que es leer, y más aún escuchar quienes con sus plumas hacen de las historias cotidianas, íntimas, sociales y culturales un mundo más habitable; queda ahí la nostalgia de un Zacatecas que fue en el Hay Festival un punto de inflexión para la cultura y las buenas conversaciones en torno a la literatura, queda sólo el recuerdo y el anhelo de un festival de tal importancia en la entidad.

*Diputada Local