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AMLO SE AMARRA A LOS MILITARES

Diputados y senadores de Morena asaltaron el Congreso. Aprobaron 18 reformas burlando el procedimiento legislativo. La Corte tendrá que invalidarlas, pero lo que no podrá anular es el alcance político que hay en ellas.

Cinco de las diez y ocho reformas otorgan más poder a las Fuerzas Armadas. Ya no solo tendrán el control de aduanas, puertos y aeropuertos, ya no sólo estarán a cargo de la construcción de las obras públicas más importantes del sexenio. Ahora los militares también serán empresarios turísticos y administradores de una línea aérea.

Para decirlo rápido: López Obrador prepara el terreno para darle a las Fuerzas Armadas un papel estratégico en los catorce meses que le quedan de mandato. El presidente se amarra a los militares.

La pregunta es: ¿En qué consiste ese papel? Estamos ante el rediseño de una nueva relación entre el poder civil y militar. De una nueva alianza entre las botas y un presidente autoritario que parece necesitar de las armas para que Morena se mantenga en la presidencia al costo que sea.

Se repite aquí lo que hizo Hugo Chávez en Venezuela: enriqueció y corrompió a los generales para, a cambio, recibir protección y ser un sostén en la usurpación vitalicia del poder.

La “vaporera legislativa” mató al Conacyt y dió nacimiento a una institución de corte soviético. El cartonista Pedro Calderón lo denunció con toda crudeza: entran al nuevo Consejo de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación los “verdes uniformados” y sacan a patadas a científicos y académicos.

López ordenó a diputados y senadores de Morena matar la libertad de investigación e imponer una ciencia de Estado controlada por el presidente. El hecho nos remite otra vez al chavismo. En 1999 la Asamblea Nacional de Venezuela incorpora a la Constitución un artículo para involucrar a las Fuerzas Armadas en el desarrollo económico, social, científico y tecnológico.

¿Para qué? Para que los militares en una asociación estratégica con una empresa rusa, se convirtieran en productores de armamento.¿Para qué? Para la represión.

López Obrador es un presidente macartista. Recuerda a los gobiernos norteamericanos más duros de la “guerra fría”. En aras de la seguridad nacional decidieron contener la expansión del comunismo en América Latina propiciando golpes de Estado para que los gobiernos fueran ocupados por militares.

López está haciendo lo mismo, pero desde el populismo autoritario. Entrega cada vez más poder a marinos y soldados para impedir que otros civiles, -los enemigos del presidente-, lleguen al poder.

Los Pinochet, los Videla, los Stroessner o los Banzer, generales impuestos por el imperio, llegaron a creer que impedir otras expresiones políticas e ideológicas era igual a defender la seguridad nacional del continente.

No vaya a ser que los generales y almirantes mexicanos, -de tanto recibir dinero y privilegios, -lleguen a suponer que defender a la llamada Cuarta Transformación es tanto como proteger la seguridad nacional.

Que las elecciones representarían un estorbo si Morena pierde el 24 y que habría que salir a silenciar a ciudadanos rebeldes para poner a salvo la democracia.

Aquí y allá se insiste en que nuestros militares son diferentes. Que están formados en la lealtad a la Constitución, más que al presidente. La historia , sin embargo, es implacable: en 1968 el Secretario de la Defensa acató las órdenes del presidente Díaz Ordaz – no leyó la Constitución- y reprimió a los estudiantes.

López ordenó que diez y ocho reformas a la ley fueran aprobadas de manera violenta y despóticas por las hordas morenistas para provocar a la Corte. Sabe que ya no cuenta con 8 de 11 ministros y su último recursos son los militares.