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La participación ciudadana.

Por: Jenny González Arenas

La ciudadanía tiene una serie de derechos y obligaciones que surgen de la necesidad de organizarnos como sociedad. Parte de esas obligaciones y derechos implica la participación en la vida política de su comunidad, de su municipio, su entidad federativa, su país. La participación más conocida es la de votar y ser votado, siempre que pensamos en participación ciudadana, son las dos acciones principales que se nos vienen a la mente.
En México, estas dos acciones están extremadamente vinculadas a los partidos políticos, hasta hace algunos años, era impensable que una persona pudiera aspirar a un cargo de representación popular sin pertenecer a un partido, ya que la única manera de acceder a esos cargos era por elección y para poder participar en una elección se requería que un partido político les postulara. Eso se ha terminado, al menos en la ley, porque en la vía de los hechos, los requisitos para poder acceder a una candidatura ciudadana son extremadamente complejos.
La parte de votar es un derecho que debería de ejercerse de manera libre y consciente por parte de la ciudadanía, porque es la manifestación de la voluntad de todos y cada uno de nosotros para decidir quién puede o debe representarnos en los espacios de toma de decisión, sin embargo, cada día vemos con mayor preocupación como crece el abstencionismo y cada vez son menos personas las que acuden a las urnas a votar.
Es un tema que implica muchas aristas; el querer centrar la atención en una sola causa sería irresponsable, pero es necesario ir conociendo las causas de ese abstencionismo para comenzar a trabajar en las soluciones que motiven a la población a acudir a las urnas a votar.
El ejercicio del derecho al voto implica una responsabilidad seria, que trasciende la acción de ir a recoger una papeleta el día de la votación y cruzar el logotipo de un partido político o el nombre de tal o cual persona. Las implicaciones del voto repercuten en quién será, a partir de entonces el o la responsable de la toma de decisiones, conlleva la responsabilidad de asumir, de manera compartida, la exigencia de resultados favorables de quienes lograron la representación a partir de esa elección. Es el acompañamiento, independientemente de por quien se haya votado, de quienes ocuparán el cargo de representación, porque la responsabilidad no termina con el voto, es justo ahí donde inicia.
Pero ¿qué pasa cuando no acudimos a votar? Esa es otra forma de manifestarnos, pero ¿a qué se debe? Hay un hartazgo ciudadano hacia la clase política, los partidos, el sistema democrático, el mecanismo de votación, no hay cultura de la participación o no hay compromiso para participar, serán todas las causas o sólo una de ellas. Es difícil adivinar, pero las consecuencias de la falta de participación ciudadana en los comicios las padecemos todos.
El encarecimiento del voto y del sistema de partidos, la toma de decisiones está en manos de cada vez menos personas, las políticas asistencialistas que generan dependencia y que, a la larga, limitan la participación de la ciudadanía a votar para seguir recibiendo la prebenda sin que exista una verdadera política pública enfocada a atender las necesidades sociales. Un sinnúmero de causas que pueden ser el motivo de la falta de participación, pero también incuantificables consecuencias perjudiciales de dicha acción.
La pregunta aquí es ¿Qué hacer para cambiar las cosas?