Skip to main content

Cultura para inconformes…
David Eduardo Rivera Salinas

El Mundo al revés…

Hace ciento treinta años, después de visitar el país de la maravillas,
Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés.
Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo:
le bastaría con asomarse a la ventana.
Eduardo Galeano

La expresión “el mundo al revés” ha sido utilizada con relativa frecuencia en el mundo de la literatura para dirigir una mirada crítica a varios de los temas que preocupan en el mundo social. Lo mismo para cuestionar la cada vez más evidente relación entre la política, el poder y el dinero, que para cuestionar la eficiencia de los sistemas educativos o la hipocresía de quienes se dicen guardianes de la paz, pero dedican sus esfuerzos a fabricar y vender grandes cantidades de armas.

Sin embargo, la expresión tiene su origen en el concepto de “antípodas”, y éste a su vez, surge en el contexto de las discusiones cosmológicas de la filosofía griega, para designar un punto diametralmente opuesto al del observador en la esfera terrestre. La etimología griega de la palabra contiene ya en germen las características simbólicas y de subversión del sentido común que son la base de su fortuna científica y literaria. La extraña asociación del sufijo anti con el substantivo pie aparece por primera vez en el Timeo de Platón. El término antípoda es utilizado como adjetivo, para designar los lugares al otro lado de la ecoumene (aquellos continentes formados por Europa, Asia y África), según una terminología introducida ya en el siglo VI por Anaximandro.

Pero es a partir de la visión cosmológica de Aristóteles, donde empieza a cobrar relevancia esta expresión, a través de diversas interpretaciones y especulaciones: antípodas es el lugar donde es de noche cuando acá es de día, donde sus misteriosos habitantes, que por definición es imposible conocer, parecidos y al mismo tiempo opuestos a nosotros, duermen cuando acá estamos despiertos y viceversa. Surge entonces la sospecha que ellos no son sino los habitantes de nuestros sueños; o como bien dijera Borges, que nosotros no somos sino los sueños de ellos.

Como sea, el mundo al revés premia al revés –en palabras de Eduardo Galeano-: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos, sus promotores calumnian a la naturaleza y se esmeran en la injusticia. Las posibilidades de que un banquero que vacié un banco, pueda disfrutar, en paz, del fruto de sus ambiciones, son directamente proporcionales a las posibilidades de que un ladrón que roba un banco vaya a parar a la cárcel; lo mismo sucede con un político ladrón, que ha saqueado a su país o a su estado, pero que disfruta de su botín, aún puesto detrás de las rejas o amparado en otro gran puesto público. Ése es el mundo al revés: el arte de engañar al prójimo, que llega a lo sublime cuando algunos políticos o políticas de éxito ejercitan su talento.

Como reitera Galeano: caminar es un peligro y respirar es una hazaña en muchas ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa; nos enseña a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo; nos reduce a la soledad y nos condena a morir de hambre, de miedo o de aburrimiento.

Termino por el momento, con otra pregunta: ¿es el mundo al revés el mejor de los mundos posibles?, como decía a veces Pangloss a Cándido, de Voltaire. Por supuesto que no.