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LA MISIÓN DE CUATRO: SALVAR A MÉXICO

Beatriz Pagés

Los cuatro aspirantes del Frente Amplio que alcanzaron las 150 mil firmas y los tres que queden, después de un sondeo de opinión, están obligados a entender la responsabilidad histórica que traen a cuestas.
No es la candidatura de Enrique, Beatriz, Xóchitl o Santiago lo que importa. No es una persona o las siglas de un partido lo que interesa defender, sino una causa.
EL Comité Organizador tendrá que resolver las quejas presentadas por el PRD por la “exclusión” de Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles. Tendrá que haber diálogo y explicaciones, pero nunca una ruptura que sólo puede dañar a México y beneficiar a Palacio.
Quien vaya a convertirse en candidato o candidata del Frente Amplio a la Presidencia de la República necesita entender que va a competir para defender el futuro de la nación. Para impedir la continuación de un proyecto político que está disolviendo en ácido las instituciones democráticas.
La oposición no puede darse el lujo de perder la brújula y el objetivo de la lucha. El adversario no está adentro, sino en el patio de enfrente. La clave del triunfo radica en la unidad de la alianza entre partidos, aspirantes y sociedad.
¿Dificil? Sí, muy difícil. Pero, esta alianza no es resultado de una ocurrencia. Se construyó porque así lo pidieron millones de mexicanos. Se logró porque todos los involucrados estuvieron conscientes de que urge liberar al país de una banda de bandoleros que están saqueando a la República.
El Frente Amplio por México representa el primer pacto entre actores políticos y ciudadanos para ganar en las urnas una elección estratégica. En el 2024 estará en juego la seguridad nacional, la continuación o no de un régimen vinculado al crimen organizado, la consolidación o no de una autocracia inepta y corrupta.
Nadie de la alianza puede, entonces, darse el lujo de contribuir a la división, de privilegiar lo particular o el interés partidista por encima de lo nacional. Quien lo haga estará colocado votos en la urna de Morena y condenando a México a hundirse en el pantano de las dictaduras latinoamericanas.
Para decirlo rápido: Los ciudadanos que voluntariamente dieron su firma para legitimar el proceso se sentirían traicionados si la alianza fracasa por pugnas internas de poder.
El pase de cuatro aspirantes a la segunda etapa del proceso constituye un triunfo de los partidos y la sociedad. El registro -hasta ahora- de 2 y medio millones de ciudadanos en la plataforma del Frente Amplio legitima por sí mismo el proceso. La ciudadanía con su firma no solo apoyó a un favorito. Dio su aval a una nueva forma de hacer política electoral.
Desde la sociedad y los partidos se ha logrado avanzar en la construcción de un nuevo paradigma que volteará de cabeza la vías tradicionales de acceder y de ejercer el poder.
¿Por qué? Porque quien se convierta en candidato o candidata de la oposición estará obligado a enterrar viejos esquemas de poder absoluto y a diseñar un modelo de gobierno de coalición que exige ser incluyente y plural
Se acabó el esquema presidencialista donde sólo el ganador decide la formación del Gabinete y el programa de gobierno. El elegido o la elegida estará obligado a compartir el poder con las fuerzas políticas coaligadas. Tendrá que tener habilidad para dialogar, negociar y ceder. ¿Quién de los cuatro -que hoy contienden -la tienen?
Harían bien los aspirantes en firmar un pacto de unidad. Harían bien los partidos en arropar y proteger a los que no queden. Haría bien todos en evitar “cargadas”. Harían bien todos y cada uno de los actores en - pase lo que pase y quede quien quede- no caer en la tentación de la soberbia, abrir las puertas a Morena y llevar, así, al país al desastre.