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Acoso.

Por: Jenny González Arenas.

Los avances tecnológicos, la modernidad, los elementos que aceleran la comunicación y la convivencia han modificado de manera radical el contexto social, eso ha provocado muchos cambios en la sociedad. Pero no todos los cambios son por el contexto, sino porque habíamos normalizado conductas que, a pesar de ser molestas, eran comúnmente aceptadas.
Estos problemas de conductas normalizadas y el reconocimiento que se hace de que esas conductas normalizadas no son correctas es fundamental para comenzar a erradicarlas.
El acoso comienza ahí, en conductas que parecieran cotidianas pero que van encaminadas a demeritar a una persona, hacerla sentir inferior o dependiente y que afectan la estabilidad social y emocional de la persona afectada, incluso su entorno laboral.
Mucho se ha discutido sobre la forma en la que se debe denunciar el acoso y el mecanismo adecuado para tratar las denuncias. Lo cierto es que no hay una receta mágica que nos permita abordar este tipo de denuncias, porque cada persona se ve afectada de manera diferente, por lo que el tratamiento tiene que guiarse por ciertos parámetros que permitan darle un tratamiento adecuado que no revictimice a la presunta víctima pero que tampoco criminalice sin un debido proceso al presunto acosador.
En ese sentido, es fundamental que las instituciones cuenten con los mecanismos adecuados de seguimiento a y tratamiento a los casos y denuncias de acoso, de tal forma que se garanticen los derechos tanto de las víctimas como de las personas denunciadas, en su justa dimensión.
La tarea de las autoridades encargadas de erradicar el acoso no es sencilla, porque implica, no sólo la investigación de las denuncias, sino toda una estrategia de prevención y erradicación de dichas conductas, la concientización de las personas de aquellos actos que pueden ser considerados como acoso para que se dejen de llevar a cabo, así como la difusión de información sobre qué es y qué no es el acoso, todo acompañado del diseño de estrategias de acompañamiento para las víctimas y protocolos para erradicar el acoso en todos los espacios de la vida cotidiana.
No es tarea sencilla cuando la multiculturalidad y la diversidad rigen nuestro actuar cotidiano, sobre todo cuando se inserta otro concepto como el de desarrollo de la personalidad, sin embargo, no podemos perder de vista que, a pesar de contar con esas herramientas que permiten el desarrollo de las personas en toda su individualidad, también es necesario profundizar en la convicción de que los derechos de cada uno de nosotros terminan donde inician los derechos de los demás y, en ese sentido, es de vital importancia el sostener una estrategia integral, no solo para entender el acoso y abordarlo para erradicarlo, sino de construcción social que permita desarrollar nuestra propia identidad sobre el respeto de la colectividad y las otras individualidades.
No es una tarea sencilla, sin embargo, es fundamental, porque un entorno libre de violencia y de acoso permitirá el desarrollo de sociedades más libres, más respetuosas y con mayor compromiso y consciencia social, todo sobre una base sólida de normativa clara y de instituciones fuertes que permitan ir avanzando en la construcción de una más sana convivencia social.