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Doble discurso.

Por: Jenny González Arenas.

En un entorno de violencia como el que impera a nivel nacional e internacional, hablar de cultura de paz es, no solo necesario, también urgente.
Las universidades públicas se encuentran inmersas en una dinámica de transformación, adaptación y resistencia a los embates de las políticas públicas precarizantes y de sobre explotación de la labor docente, ante las cuales, los sindicatos han tenido que resistir y buscar alternativas de fortalecimiento.
Mientras el enemigo se encuentra afuera, al interior de las instituciones tanto de educación superior, como los sindicatos universitarios, se enfrenta un escenario de confrontación y desgaste que no hace otra cosa que allanar el camino para la instauración de esas estrategias que minan a las instituciones y a quienes las conforman.
En estos escenarios, el fomento a la cultura de paz, la igualdad y los derechos humanos desde y para las universidades públicas parece, no un discurso lejano, sino un doble discurso.
Las instituciones de educación superior atraviesan por una etapa complicada, entre la necesidad de incrementar la matrícula ante la demanda de la juventud por acceder a la educación superior y la insistencia de las autoridades federales que condicionan el incremento del financiamiento público a una gran cantidad de indicadores de calidad que, directa e indirectamente presionan a las y los docentes universitarios a la productividad sin retribución salarial equitativa, encontramos complicado pensar en que los derechos humanos, la igualdad y la cultura de paz se conviertan en una realidad.
No se debe perder de vista que los derechos humanos poseen un principio, es el de interdependencia que implica que la afectación de un derecho humano impactará en el resto de los derechos, en mayor o menor medida. Este principio es fundamental cuando hablamos de difundir mensajes que se pretende permeen en la conducta de la sociedad, en este caso en las instituciones de educación superior, mientras que, por el otro lado, las políticas públicas y las estrategias administrativas no permiten que ese discurso deje de serlo y se convierta en hechos.
Para hablar de cultura de paz, igualdad y derechos humanos, es necesario que se den las condiciones óptimas para dejar el discurso y pasar a las acciones, fomentar acciones afirmativas encaminadas a acabar con el discurso de odio, las agresiones, el acoso, la sobre explotación, entornos favorables libres de violencia que permitan el correcto desarrollo de la dignidad humana.
Cuando el entorno laboral es hostil, se somete a los docentes a una constante pugna por alcanzar niveles de estandarización que limitan su desarrollo personal, condicionándolos a medidas que se disfrazan de favorables pero que se convierten en mecanismo de presión para los estudiantes y los mismos docentes, entonces nos damos cuenta que hablar de igualdad es solo un discurso y no una acción; que lo derechos humanos son utilizados a conveniencia y que la cultura de paz es un mecanismo que obliga a la comunidad docente a callar y no alzar la voz, so pretexto de ser acusados de violentar.
La línea entre el debate de ideas y las agresiones es muy delgada, fácilmente se pasa de la defensa de una postura ideológica a la ofensa y es ahí donde se alega libertad de expresión como derecho humano o un atentado contra el derecho a la paz.
Hasta qué punto es pertinente hablar de igualdad, derechos humanos y cultura de paz como necesidad institucional, cuando las propias acciones institucionales y de gobierno buscan utilizar estos tres conceptos como un mecanismo de represión, justo en el espacio, el universitario, en el que la discusión y debate de ideas con respeto y de nivel tiene que ser el eje de las acciones.

Secretaria General del SPAUAZ