Marcha 8M
Por: Isadora Santivañez Ríos
El día internacional de la mujer, representa un momento de reivindicación en el que se recuerda la importancia de la participación de la mujer en la vida política y pública de nuestra sociedad, honrando la historia y las luchas que hemos emprendido con el objeto de lograr una verdadera igualdad sustantiva, el reconocimiento de nuestros derechos políticos, económicos y sociales, así como la construcción de un mundo igualitario, libre de violencia y de discriminación.
Los eventos conmemorativos del Día Internacional de la Mujer han pasado de ser simples eventos protocolarios en los que se “celebra el privilegio de ser mujer” para dar paso a un nuevo esquema, en el que la reivindicación y el reconocimiento sororo entre nosotras, generen nuevos vínculos y canales de interlocución que nos permiten apropiarnos de nuestras propias causas y luchas sociales.
En la actualidad, uno de los eventos más representativos de la conmemoración de este día, radica en la congregación de distintos tipos de marchas a lo largo y ancho de nuestro territorio, las cuales han ido incrementando su participación, gracias a los diversos canales de difusión que permiten generar conciencia sobre la importancia de alzar la voz, de buscar espacios seguros para las mujeres y de abanderar causas que nos representen como género y nos permitan acceder a una vida libre de violencia.
El 8 de marzo encuentra su origen en los movimientos colectivos de mujeres, que a través de manifestaciones comenzaban a alzar la voz en busca de una sociedad igualitaria que nos otorgará el reconocimiento público y social.
Aún en la actualidad, las mujeres seguimos alzando la voz, nuestras causas son diversas, hay quienes quieren justicia, quienes buscan igualdad, quienes desean alejarse de una vida llena de violencia y vejaciones, quienes exigen respeto, quienes solicitan reconocimiento, igualdad de oportunidades, condiciones laborales dignas, espacios seguros y vivir bajo un marco de legalidad.
También, hay quienes piden por sus víctimas, quienes exigen el apoyo de las autoridades para lograr encontrar a sus desaparecidas, quienes piden terminen los feminicidios y la violencia intrafamiliar, quienes solicitan ser escuchadas, valoradas y respetadas, quienes exigen tener la libertad para poder decidir por sí mismas el rumbo de su destino.
Nuestras exigencias son vastas, porque nuestras condiciones son alarmantes, la imagen de las mujeres sigue siendo minimizada, invisibilizada y violentada, por lo que es importante construir esquemas en los que tengamos el foro que necesitamos para poder hacer valer nuestros derechos.
Las marchas del 8 de marzo representan más que una congregación “violenta”, al contrario, son nuestros espacios seguros para poder alzar la voz, para unirnos y reconocernos, para exigir igualdad respeto y libertad.
Estas congregaciones de sororidad nos recuerdan que otro mundo es posible si logramos derrumbar los llamados techos de cristal y las barreras que impiden el pleno ejercicio de nuestros derechos, construyendo un camino en el que se eliminen los estereotipos y roles de género. Esa es nuestra meta y seguiremos luchando hasta alcanzarla.