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Despertar ciudadano.

Por: Jenny González Arenas.
Todo lo que acontece en el mundo debe de llamarnos la atención, por mas lejano
que parezca, puesto que la interpretación que demos a cada uno de esos momentos nos
puede significar la diferencia entre tomar buenas o malas decisiones en la vida política de
nuestro país, nuestra entidad, nuestros municipios y, porque no pensarlo, en nuestros
centros de trabajo.
Los acontecimientos en Chile son de llamar significativamente la atención. La
capacidad organizativa de la sociedad para manifestarse en contra de la autoridad por el
alza en el precio del transporte es digna de elogiarse, la decisión del gobierno de
retractarse de la medida es señal de que no era una medida necesaria, pero la represión
de la que esta siendo víctima el pueblo chileno es también síntoma del desgaste que están
sufriendo las instituciones democráticas en el continente americano.
Muchos podrán afirmar que Chile no es América, pero no es el único ejemplo de
represión social, tenemos también a Venezuela, Bolivia, Ecuador son otras claras muestras
del descontento y del autoritarismo.
La historia de nuestro continente, al menos en la parte latina, se ha caracterizado
por un exacerbado caudillismo y puede ser el desgaste o el resurgimiento de esta figura el
que este causando las movilizaciones sociales, pero tan peligroso es el hecho de que esta
figura este resurgiendo como el desgaste que las instituciones democráticas de los países
latinos están sufriendo por estos caudillismos anquilosados.
Cierto es que la ciudadanía está en todo su derecho de manifestarse, pero el
Estado no tiene todo el derecho de reprimir esas manifestaciones, tampoco el de
condenarlas, mucho menos de sancionar a quienes se atreven a levantar la voz.
Los ejemplos en centro y Sudamérica llaman al análisis porque en México no
estamos tan lejos de estar atravesando por un periodo de cerrazón política por parte de
nuestras autoridades que puede ser fácilmente equiparable a un caudillismo y que si se
deja crecer sin límites puede llegar a convertirse en un poder autoritario que no acepta
opinión en contario.
El divisionismo social es una de las notas alarmantes, puesto que es y ha sido, en
diversos momentos, una de las herramientas mas importantes para lograr fines
cuestionables, no siempre en beneficio social. Si la sociedad se encuentra fragmentada es
más fácil derrotarla.
Medidas que parecieran inocentes o bien intencionadas pueden, a la larga,
convertirse en mecanismos de represión y de reproducción del poder autoritario que en
nada favorecen los procesos democráticos, el debate de ideas y la participación social. No
podemos pretender asimilar medidas represivas y elevarlas a rango normativo por el
simple hecho de considerar que las personas que se manifiestan están en el error. No hay
personas que ostenten la verdad absoluta, así como tampoco las hay que vivan siempre
en el error, sencillamente la democracia ha existido para escuchar y tratar de dar
soluciones factibles a las problemáticas sociales. Censurar, reprimir, aprehender o
desaparecer no es la alternativa democrática para mantener el orden. El dialogo si lo es.
En momentos convulsos, en los que la sociedad comienza a alzar la voz, no se trata
de callarlos con ofensas o llamándolos contrarios o renegados, sino de escuchar lo que

tienen que decir, probablemente no tenga toda la razón, pero tampoco puede estar en el
completo error, mediar la solución, una que favorezca a todos, esa es la mejor alternativa
en una sociedad democrática. Imponer, denostar y pretender ostentar la verdad absoluta
es una figura que termina por agotarse y destruir instituciones, personas, hasta países.