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Divagaciones de la Manzana

En el ocaso de la vida

Martha Chapa

La violencia contra las mujeres ha sido un tema central en los años recientes. Múltiples movilizaciones y protestas van entrelazados y en fechas más recientes hasta con Performance que se extienden no solo en México sino a nivel continental.
Sin embargo, la discriminación y la marginación en detrimento de nuestra presencia y participación social, viene de mucho tiempo atrás y no debemos olvidarlas o peor aún soslayarlas.
Me refiero, lo mismo a los bajos sueldos que las mujeres perciben comparativamente con los hombres en trabajos iguales o cuando por razones de la formación de su familia tienen que remitirse al seno del hogar por años al cuidado de los hijos, de tal manera que se rezagan en su desarrollo personal y profesional y al paso de los años casi quedan excluidas de las oportunidades laborales que van ocupando personas más jóvenes y mejor preparadas.
A tan desventajosa situación habría que agregar las consecuencias negativas que se acentúan cuando media el divorcio o la separación y no encuentran muchas veces trabajo o incumplen periodos para aspirar a una jubilación digna.
Así, por datos recientes que dio a conocer la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR) nos muestra un panorama injusto y desolador para nuestro género, por una u otra razón, o más bien sinrazones.
Entre los datos más preocupantes están: el que el 57.6% de las mujeres que trabajan lo hacen en la informalidad, lo cual le resta significativamente la posibilidad de obtener esa importante prestación cuando llegan a la etapa de la vejez. Así también, el hecho de que el 60% de las mujeres en condiciones de trabajar se dedican al hogar, no obstante que inciden importantemente en la economía
En todo caso, temas que tienen que retomarse e insertarlos dentro del marco jurídico prevaleciente para corregir. compensar y equilibrar tan desiguales situaciones que subsisten entre hombres y mujeres.
No podemos permitir que la mujer quede desprotegida ya sea en la niñez, la adolescencia, la edad adulta y menos cuando ha alcanzado la vejez y dado su vida y contribuido importantemente con la sociedad.
La agenda es pues, más amplia y contiene demandas mayores en nuestros días. Y las mujeres somos, sobre todo, quienes tenemos que vigilar, exigir y conseguir que se cumplan plenamente en el futuro inmediato.
Más nos vale hacerlo y ya, sin permitir que pase más el tiempo, pues lo lamentaremos amargamente después.