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Cultura para inconformes…
David Eduardo Rivera Salinas
Felguérez 9.0…

Hace unos días, en sesión especial del Honorable Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Zacatecas, el Rector Antonio Guzmán entregó el Doctorado Honoris Causa al extraordinario artista contemporáneo Manuel Felguérez.

Distinción de suya merecida si reconocemos en el Maestro Felguérez a una de las figuras más emblemáticas de la llamada Generación de la Ruptura, y a uno de los artistas más prolíficos del arte contemporáneo, y particularmente del arte abstracto, de México.

Orgullo de Valparaíso y emblema cultural de los zacatecanos; hombre querido y admirado; amigo y maestro de muchos otros artistas; pero sobre todo, un hombre gentil, generoso en sus palabras, paciente y amoroso con Mercedes de Oteiza, su gran compañera.

El Maestro Manuel Felguérez es la prueba viviente que nos permite confrontar lo que en las últimas décadas ha sido evidente en el mundo del arte: el discurso sobre la imposibilidad de lo nuevo en el arte. Esta idea, que ha sido especialmente difundida e influyente, se caracteriza por un cierto sentimiento de felicidad, de excitación acerca de este supuesto fin de lo nuevo, y una cierta satisfacción interna que este discurso produce obviamente en el medio cultural contemporáneo.

En efecto, la tristeza posmoderna inicial por el fin de la historia ha desaparecido. Ahora parecemos contentos por la pérdida de la historia, la idea de progreso y el futuro utópico, es decir, todas aquellas cosas que tradicionalmente están conectadas con el fenómeno de lo nuevo.

Pero el Maestro Manuel Felguérez nos ha enseñado que liberarse de la obligación de ser históricamente nuevo parece ser una gran victoria de la vida frente a la idea de subyugar, ideologizar y formalizar la realidad; por tanto, en su amplia obra es posible entender que el arte experimenta la liberación de lo nuevo, entendida como la liberación de la historia del arte, y tal vez de la historia como tal, como una única oportunidad para escaparse del historicismo conservadurista del arte.
Para el Maestro Felguérez, escaparse de ello significa convertirse en algo popular, vivo y presente fuera del círculo cerrado del establecido mundo del arte, fuera incluso de las paredes del museo. Por esta razón, se considera que la enorme ilusión causada por el fin de lo nuevo en el arte está unida, en primer lugar, a esta nueva promesa de incorporar el arte en la vida –más allá de las construcciones y consideraciones históricas, más allá de la oposición entre lo antiguo y lo nuevo.

El Maestro Felguérez es uno de esos pocos artistas que se saben y se sienten satisfechos por haberse librado finalmente de la carga de la historia, de la necesidad de dar un paso más y de la obligación de obedecer las leyes y exigencias históricas de aquello que es históricamente nuevo.

En lugar de esto, Manuel Felguérez ha decidido comprometerse política y culturalmente con una realidad social; ha querido reflexionar sobre su propia identidad cultural y expresar sus deseos, a través de su pintura y de su escultura, principalmente. Pero ante todo, ha querido mostrarse realmente vivo y real -en oposición a las construcciones históricas abstractas y muertas representadas por el stablishment artístico y por el mercado del arte-; aunque paradójicamente, él le ha dado nombre a un extraordinario museo en Zacatecas, único en nuestro continente en cuanto a colecciones de arte abstracto.

En la modernidad hay una tradición muy arraigada de golpear la historia, los museos, las bibliotecas o, de manera más general, los archivos históricos en nombre de la vida verdadera. La biblioteca y el museo son los objetos preferidos del odio intenso para la mayoría de los escritores y los artistas modernos.

Por ejemplo, Rousseau admiró la destrucción de la famosa antigua biblioteca de Alejandría; el Fausto de Goethe estaba preparado para firmar un pacto con el diablo si podía escapar de la biblioteca (y de la obligación de leer los libros que había en ella).

Pero el Maestro Manuel Felguérez ha hecho precisamente lo contrario, paradójicamente, al liberarse de la exigencia de la historia, la fortalece y la comparte, lo que debe ser interpretado como una resurrección del arte verdadero y vivo, como un giro hacia la realidad verdadera, hacia la vida.
Por eso, el Maestro Felguérez es como un Rey Midas del arte: todo lo que crea se convierte en oro; un oro simbólico que nos recuerda que un Gran Maestro no dicta cómo debe ser el arte, tan sólo sugiere cómo no debe ser, actuando como el demonio de Sócrates que le decía al oído lo que no debía hacer, pero nunca lo que tenía que hacer.

La obra, inmensa, de Manuel Felguérez nos da una definición muy clara de lo que para el arte significa parecer real, vivo, presente: significa que no puede parecerse al arte ya conocido, ya dado.

No, Manuel Felguérez no se parece a nada; es auténtico, único, irrepetible.

Manuel Felguérez es zacatecano y es universal.

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