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Cultura para inconformes…
David Eduardo Rivera Salinas

La memoria de la radio.

Siendo muy pequeño, experimentaba algunas sensaciones que todavía recuerdo, en aquellos tiempos donde en las noches la única compañía era un radio y una vela encendida en una habitación con una puerta antigua que daba paso hacia un gran patio.

Ésos recuerdos que tenía de niño a la edad de diez o doce años escuchando la hora nacional o la música de boleros rancheros, están grabadas en mi memoria y en ella permanecen recuerdos vívidos y mágicos. Me pregunto ahora si un niño de estos tiempos conserva recuerdos igualmente profundos de las noticias que ahora escucha por televisión, por radio o por Internet.

La respuesta tal vez la proporciona una célebre distinción que Marshall Mcluhan (anticipada además por muchos otros que habían escrito sobre la radio, desde Bertolt Brecht a Walter Benjamin, o de Gastón Bachelard a Rudolf Arnheim) hacía entre medios calientes y medios fríos.

Un medio caliente ocupa un único sentido, y no deja espacio para interactuar, pues tiene un poder hipnótico. En cambio, un medio frío ocupa varios sentidos, pues acomete de una forma fragmentaria y exige la colaboración de quien ve o escucha para completar, conectar y elaborar lo que recibe. De modo que para Mcluhan son medios calientes una conferencia y una película que seguimos atentamente desde nuestros asientos; y son medios fríos un programa televisivo o un debate político; es caliente una fotografía de alta definición, y frío un comic, que representa la realidad en trazos esquemáticos.

Recuerdo también que cuando, en los años sesentas y setentas, se transmitían las primeras radionovelas en nuestro país, se invitaba al público a escucharlas a oscuras; seguramente por eso recuerdo tanto algunas noches de verano en casa de mi abuelo, cuando él se sentaba en la cama con la luz de la vela apagada y escuchaba durante una hora en silencio. Yo me acomodaba sobre una vieja silla de madera y también escuchaba en silencio. Ésa era la fuerza de la radio –como afirma Umberto Eco-.
Theodor Adorno, el gran crítico alemán de la teoría de la sociedad, lamentaba en alguno de sus ensayos, el hecho que la música al llegar a nosotros con tanta abundancia a través de la radio, perdiera su función litúrgica para convertirse en pura mercancía. Seguro pensaba en cómo podía corromperse el gusto de algún melómano y no en cómo un adolescente puede introducirse en el mundo de la música.

Tal vez por eso recuerdo la intensidad con la que escuchaba los sonidos cuando, gracias a la radio, descubrí en la escuela secundaria el Rock en WFM Radio o en la L de Fresnillo; más tarde, en Sonido Estrella, redescubrí la música clásica que escuchaba en casa, pero también el rock progresivo y el Jazz. A partir de entonces, no me he separado de ellos; por el contrario, siguen ensanchando un universo de significaciones musicales y estéticas.

La radio de hoy todavía es así. ¿Pero lo será la radio del mañana? Para muchos de nosotros, la radio todavía es así. Lamentablemente para muchos otros, las radio es más como un ruido de fondo; la novela la ven en la televisión y la música la bajan de Internet; para ellos, la radio ya no tiene una función hipnótica.

Por suerte, las radios son cada vez más baratas y bonitas; es cierto que se usan más para escuchar cidis que para explorar (como hacíamos antes y en onda corta con nuestros padres y abuelos) aquellos sonidos indescifrables de ciudades lejanas y misteriosas.

Pero alguien me dijo un día, que la historia de los medios de comunicación no permite hacer profecías; así que tal vez, sólo tal vez, inesperadas innovaciones tecnológicas sitúen de nuevo a la radio en el centro de nuestras experiencias más memoriosas –como dijera Borges-, y quien sabe si estos fascinantes bibelots nos reserven nuevas formas de calor de las que ahora no tenemos ni idea.

Como sea, la radio es y seguirá siendo una extraordinaria compañera de aventuras, de estudio, de aprendizaje, de viajes, de diversión y porqué no, de amor y de pasión.

La radio es uno de los inventos tecnológicos, pero también una de las creaciones culturales más fascinantes de la humanidad.