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Olimpiadas 2016… ¡uff!

Martha Chapa

 

Estamos pendientes de las diversas actividades que se llevan a cabo en las Olimpiadas de Río. Y aunque hay competencias muy atractivas y emocionantes en muy variados deportes, no podemos dejar de pensar en los resultados negativos de nuestros representantes nacionales.

Porque si bien nunca hemos sido participantes especialmente protagónicos en los Juegos Olímpicos, ésta es de las ocasiones en las que menos medallas hemos obtenido.

Ni hablar de comparamos con otros países que cada cuatro años están en las primeras posiciones en las diversas disciplinas. Ni soñando lograríamos acercarnos a ellos.

Habrá quienes digan que hay grandes diferencias entre los países que están en camino hacia el desarrollo y las grandes potencias. Sin embargo, si tan sólo medimos nuestros logros con los de otros países de América Latina, el resultado sigue siendo desfavorable para nosotros. Pensemos, por ejemplo, en Cuba, que siendo un país mucho más pequeño que el nuestro, con menos del diez por ciento de la población mexicana, acumula ya más del cuádruple de medallas: nueve en total, tres de ellas de oro. Brasil lleva 15, Colombia 8, e incluso la deprimida Venezuela tiene ya tres, una más que nosotros.

Y, bueno, en el colmo de las comparaciones, podríamos pensar en que un solo atleta, cómo el estadounidense Michael Phelps, ha conseguido en 12 años 23 medallas de oro, contra 13 de México desde su participación olímpica en los años veinte del siglo pasado. También podríamos establecer una relación entre el gran número de integrantes de nuestra delegación olímpica y las pocas medallas que obtenemos…

Pero, como ya decía, no se trata de flagelarnos por nuestro fracaso olímpico, no tiene sentido. Lo que sí valdría la pena es que ahora sí nos propongamos realizar un análisis a fondo que nos conduzca a tomar medidas que cambien el desafortunado destino de nuestra participación en los Juegos Olímpicos.

Presupuesto lo hay, si no en grandes cantidades, sí lo suficiente para que nuestro deporte rinda frutos más satisfactorios en las contiendas mundiales. Salta, entonces, a la vista de todos, el desaprovechamiento de los recursos, que va lo mismo desde la falta de entrenadores para nuestros atletas, escasez de foros competitivos o entrenamiento inadecuado, hasta la falta de apoyos económicos para quienes dedican su vida al deporte. Vemos, en cambio, que en otros países, como Estados Unidos o China, seleccionan desde la niñez a los que más aptitudes tienen; los van formando y cubren sus requerimientos básicos para que se puedan dedicar plenamente al deporte y obtengan lugares destacados en las contiendas mundiales.

Debemos, entonces, ir a fondo, a la vez que adoptar decisiones para tener los deportistas y atletas que merecemos, sin tantas vergüenzas, burlas y ni decepciones. En el momento de escribir este artículo, apenas hemos ganado dos medallas: una de plata y una de bronce, ya casi en el cierre de estas Olimpiadas.

Sabemos que la corrupción y la ineptitud reinantes en el ámbito deportivo nacional, salvo honrosas excepciones, nos ocasionan tales desastres. Pero deseamos y pedimos que este fracaso no quede, como de costumbre, en desánimo nacional, lamentos y reproches mutuos para que luego el tema pase al olvido. Esperamos que en esta ocasión no haya borrón y cuenta nueva, y que dejemos de eludir los motivos que tienen postrados tanto a nuestros deportistas como a nuestras ilusiones.

 

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