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A veces me pregunto por qué escribo, por qué bailo, sé que no soy la mejor en lo que hago, sé que me falta mucho por aprender, sé que a veces me frustro y me decepciono con mis resultados… a veces me canso. Y esas pocas veces cuando me lo pregunto, cuando estoy más cansada, más decepcionada, más frustrada, más triste encuentro la respuesta: lo hago para saber que soy capaz de lidiar con la frustración, la decepción, la tristeza, el cansancio, lo hago porque a cada intento, en cada línea mal escrita, en cada zapateado fuera de compás, en cada momento sin inspiración me doy cuenta que tengo oportunidad tras oportunidad de intentarlo una y mil veces y a eso le llamo: vivir.

Les comparto el poema que se incluyó en el programa de mano de la presentación de fin de cursos del grupo de flamenco Sacromonte del que orgullosamente formo parte, Sendero andaluz…

Camino libre y plácidamente a la vera del sendero,
su serenidad se funde en mis entrañas y circula por mis venas.
Me siento bajo las sombras que se trenzan con mis manos, con mis brazos
y mis pies empiezan a pisar las hojas que, secas sobre el suelo,
crujen dichosas en ligero compás.
Cruzo el sendero bajo el Sol que brilla y canto,
sueño mientras mis pasos siguen
interminables acordes infinitos, enlazados, armoniosos.
Cuando las sombras caen y las nubes se cierran,
siento ese dolor que siempre acompaña mi tristeza.
Mi corazón se abraza a los árboles que se inclinan y
me acarician con su follaje. Los tomo y me consuelo.
Me empodero en sorprendente faena al roce del capote,
lidio de pie a mis tormentos y en estocada final soy vencedor.
El sendero se ilumina y los rayos de Sol atrevidos se abren paso
bajo el compás que le marcan los pulsos del camino.
La fiesta vibra en remolino, sin pausa ni retorno.
Mi sombra camina erguida, flamenca, gitana
bajo el imponente cobijo de este Sendero Andaluz.

Final flamenco a compás de bulería…¡Olé pa’ ti que nunca te rindes!

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