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Llegan las festividades decembrinas y muchos hacemos recuentos de lo realizado a lo largo del año para hacer planes, para valorar lo logrado y lo que hay por hacer, aprovechamos estos días, que regularmente son tranquilos y de asueto para la mayoría, para estar con la familia, con los amigos, con las personas que apreciamos. Después de todo, y antes quizá, son en muchos sentidos el motor de nuestra existencia.

Tuve la oportunidad, como cada año, de acompañar en un pequeño festival navideño a niñas y niños de una casa hogar. Lo hago porque me recuerda que siempre, además, de estar con nuestra familia, hay que hacer un espacio para compartir en la medida de nuestras posibilidades, con quienes necesitan de ayuda siempre, pero especialmente en estas fechas.

Para quienes somos creyentes, son días de reflexión y de refrendar nuestra fe, pero para todos deben ser días de solidaridad con nuestros semejantes.

No hablo de grandes acciones. Basta con dar lo que podemos dar: desde bienes materiales hasta una sonrisa, desde algo de comida y juguetes hasta un abrazo afectuoso. En verdad hay muchas personas a quienes cada una de esas cosas le hace falta.

Llegará el 2017 y cada quien a su actividad, a su empresa, a su oficio, al estudio, al quehacer. Pero en estos días de diciembre me parece que hemos de recordar a quienes menos tienen y ven en la solidaridad de otros ese apoyo que tanta falta hace.

Y también seamos solidarios con quienes trabajan cuando la mayoría festeja: médicos, enfermeras y enfermeros, policías, soldados, marinos, bomberos, paramédicos, vigilantes del esfuerzo de todos y cuidadores de la paz y la tranquilidad.

Con este pensamiento de solidaridad deseo a todos salud y bienestar.

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