Divagaciones de la Manzana
Toledo de siempre
Martha Chapa
Cultura y política, conforman un binomio indisoluble, en todo proyecto de Nación.
Así la política que ha sido definida tradicionalmente como el arte de servir a los demás, y la cultura como el conjunto de usos costumbres, hábitos y formas en general de relacionarse los integrantes de un grupo o comunidad, se entrelazan y retroalimentan idóneamente.
Por desgracia, en la práctica no suele aplicarse tan elevada concepción y se sitúan en polos opuestos como si se tratara de una especie de divorcio social.
Unidas constituyen un factor esencial para el bienestar, la cohesión, la armonía y la paz de la sociedad, máxime ahora con la ofensiva criminal que padecemos y su desatada violencia.
Vienen a propósito tales consideraciones porqué pienso en la gran herencia que nos ha legado Francisco Toledo, un mexicano ejemplar.
Hoy me refiero por eso, no sólo a su excepcional obra para el arte mexicano y de la humanidad, que ya de suyo lo consagra y le da vigencia perpetua frente a las generaciones venideras.
Subrayo entonces su compromiso humano y social hacia los demás, su manera de entender a la cultura con esa plenitud que realmente trasciende y cumple, tanto con su amada Oaxaca como con la Nación entera. Es decir, su versátil presencia, más allá de lo estrictamente artístico.
Lo vimos con esa entrega y congruencia, lo mismo armando un Papalote mostrando un rostro negro para protestar por los jóvenes que murieron en Ayotzinapa; con su repulsa a un McDonalds que rompía la identidad y la coherencia visual de la hermosura original de su ciudad, especialmente su centro histórico; trabajando por la democracia para que la COCEI obtuviera el primer triunfo de lo oposición en un municipio oaxaqueño; la apertura de una Casa de la cultura o hasta la clausura de un complejo urbano de convenciones que alteraría la sustentabilidad ecológica e igual brindando su apoyo solidario a personas y causas de diversa índole, siempre con generosidad, lucidez y visión comunitaria.
Acabo de estar en el Museo Nacional de las Culturas Populares y ahí comprobé una vez más, como con su talento e inventiva, desbordantes, establecía vínculos con los artesanos de su tierra natal.
Lo conocí y llegué a tener un trato ocasional, pero bastó para conocer su inmenso talento y particular sensibilidad artística.
En fin, un mexicano universal que ha quedado ya y para siempre en la memoria colectiva
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