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Tolerancia en las Universidades Públicas.
Por: Juan Carlos Girón Enriquez

Tiempos turbulentos se viven en el país, la presunta cuarta transformación llama a estrategias poco comunes para el combate a la delincuencia, pero más allá de eso, es importante hacer un análisis de lo que sucede en las casas de la pluralidad de pensamiento, a las que llamamos Universidades. Principalmente en la Universidad Nacional que, por la relevancia que tiene para el desarrollo científico, político y cultural en nuestro país, es importante estar al pendiente de lo que sucede en sus aulas y pasillos.
La semana pasada, para ser exactos el viernes 6 de septiembre se llevaría a cabo la inauguración del diplomado “Política mexicana contemporánea, una mirada plural”, en el que participaría, en algún módulo, el ex- candidato a la presidencia Ricardo Anaya, entre muchos otros políticos de diversas corrientes ideológicas ya partidos políticos mexicanos.
Aquel día, un grupo de encapuchados tomaros las instalaciones de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, bajo el argumento que la Máxima Casa de estudios no debía abrir sus puertas a un político que acusado de “corrupción y lavado de dinero”.
Suponiendo sin conceder que las acusaciones sean ciertas, Ricardo Anaya no ha sido acusado formalmente y tampoco ha sido declarada su culpabilidad, por lo que, bajo las premisas consagradas en nuestra constitución, todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Por otro lado, es inconcebible que, habiendo convocado a un diplomado que en el nombre lleva la frase 'una mirada plural', sea precisamente en el marco de ese diplomado que se atente, no solo contra la libertad de cátedra, sino con la libertad de pensamiento y expresión, pero sobre todo que se violente el principio de diversidad y pluralidad de pensamiento que se profesa en las universidades públicas de nuestro país.
Es desafortunado que en las instalaciones de la Universidad Nacional se permitan actos de intolerancia como éstos, que atentan contra la libertad de pensamiento, de expresión, la formación de estudiantes críticos y, sobre todo, contra la tolerancia.
Más desafortunado es ceder a los caprichos de una minoría, que impulsados por la imprudencia y la intolerancia, fomenten actos de violencia que atentan contra el derecho de todos los universitarios a acceder a la educación y a la información plural que se obtendría en dicho diplomado.
La Máxima Casa de Estudios Nacional no puede ser rehén de grupos de encapuchados intolerantes que pretenden secuestrar sus aulas e imponer su visión del mundo por la fuerza, sin tomar en cuenta los intereses de la colectividad que no pretende otra cosa que formarse y escuchar de manera crítica lo que los diversos políticos tienen que decir, a fin de construirse una opinión sobre la política mexicana contemporánea.