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¿Y las instituciones?
Por: Jenny González Arenas
En México, los derechos humanos son una deuda pendiente y, todo parece indicar, así seguirá siendo, al menos lo que queda del sexenio. El cambio en la Presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos representaba un reto, quien encabezara sería quien lograría buscar una efectiva defensa de los derechos humanos en nuestro país, frente a los embates que se viven en esta administración.
Siempre hemos sabido que los mecanismos de protección a los derechos humanos son un freno al ejercicio autoritario del poder, que esos mecanismos deben estar al alcance de la población por que es ella quien requiere que la autoridad la respete y respete sus derechos.
Mucho se ha cuestionado y se seguirá cuestionando la efectividad de las Comisiones de Derechos Humanos para la defensa efectiva de estos derechos, sobre todo cuando estas instituciones dependen de quien las dirige y no del trabajo que hacen o que han venido haciendo o para el trabajo que fueron diseñadas.
Para nadie es un secreto que, en nuestro país, los derechos humanos siempre se han quedado en el discurso; gobernantes van y gobernantes vienen y ninguno ha tenido a bien consolidar el respeto a los derechos humanos. Muchos llevan a cabo acciones de promoción y difusión, pero descuidan el respeto y la protección, otros tantos ni siquiera se ocupan de eso.
La persona que se encuentra frente a los organismos autónomos de protección de derechos humanos debe representar, no solo autonomía del gobierno, sino un verdadero contrapeso a ese ejercicio autoritario del poder.
¿qué pasa cuando quien se encuentra al frente del organismo autónomo de protección a derechos humanos del país, tiene una agenda personal íntimamente relacionada con los intereses del poder y no de la población?
En esos casos pasa lo que ahora nos esta sucediendo a los mexicanos con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, tenemos que ver como esta noble institución se desmorona poco a poco y desmantelan, no solo sus instalaciones y estructura humana, sino sus objetivos, visión y misión.
El cuestionar las recomendaciones emitidas en administraciones pasadas es un atentado en contra de la propia institución, la actual presidencia de la CNDH pone en tela de juicio no solo la recomendación, sino a todo el personal que estuvo involucrado en su elaboración, al momento de decir que la recomendación del caso Iguala tendrá que ser revisada.
No se trata de cegarse a lo que pasaba en administraciones anteriores para no corregir los errores, pero si de construir sobre el análisis objetivo de las áreas de oportunidad. En lugar de inconformarse por el resultado obtenido en una investigación, debería fortalecer los mecanismos de investigación de manera tal que se puedan corregir errores cometidos en el pasado y, así, evitar que se sigan cometiendo esos mismos errores; es decir, no cambiar los resultados de un caso particular, sino corregir la norma o el manual de operaciones para que se puedan resolver todos los casos.
Cierto es que llama la atención el hablar de uno de los casos más sonados del sexenio pasado, pero eso no resuelve el problema de fondo que ha tenido la CNDH desde sus orígenes. Lo ideal sería que, además de mejorar los procedimientos de investigación y recomendaciones, así como la atención a las denuncias, se consolidara la autonomía de este organismo autónomo. Una vez mas, esta presidencia adolecerá de la tan ansiada autonomía, viciando una vez mas, la labor de la CNDH.