Los felinos, las criaturas más veneradas en la humanidad.
Por: Adriana Bujdud
Consejera de imagen
Quien nunca ha convivido con un minino no sabe lo que es la ternura, la independencia, el amor de mascota, la desfachatez, la majestuosidad, lo cómico y mil cosas más que te ofrecen estos seres ancestrales; yo por lo mismo, tengo 4 bellos y simpáticos gatos.
Te contare un poco de la leyenda budista acerca de los mininos. Atentos por favor.
Según el budismo, los gatos son un símbolo de la espiritualidad y son seres iluminados que trasmiten calma y paz, ellos trasmutan la energía, ojo ahí. Además, tienen la creencia que las personas que no se relacionan bien con su propio inconsciente nunca llegan a conectar bien con los gatos, ni entenderán jamás sus misterios. Esta leyenda tailandesa tiene su origen en el budismo del linaje antiguo. En Tailandia se conserva el libro de los poemas del gato “Tamra Maew” en la Biblioteca Nacional de Bangkok como un tesoro, ya que data del 1800. En sus antiguos textos existe una hermosa historia que habla sobre que cuando, una persona había alcanzado los más altos niveles de espiritualidad y fallecía, su alma se unía plácidamente al cuerpo de un minino. La vida podría ser entonces muy corta, o lo que la longevidad felina permitiera, pero cuando llegaba el final, el alma sabía que ascendería a un plano iluminado. A su vez, el pueblo tailandés de aquellos entonces, conociendo esta creencia, llevaba a cabo otra interesante práctica. Cuando un familiar fallecía, s ele enterraba en la cripta junto a un gato vivo; la cripta tenía un agujero por donde salía en gato y cuando lo hiciera, daban por sentado que el alma del ser amado ya estaba en el interior de ese noble gato. De este modo, alcanzaba la libertad y ese sendero de calma y espiritualidad capaz de preparar a esa alma, para el camino posterior a la ascensión.
Los gatos son seres libres. Beben cuando tienen sed, comen cuando lo necesitan, duermen cuando sienten sueño y hacen lo que se debe hacer en cada instante sin necesidad de complacer a nadie. No se dejan llevar por el ego, y algo especial de estos animales, según esta rama del budismo, es que aprendieron a sentir al hombre desde eras muy lejanas en el tiempo, en cambio el hombre aún no ha aprendido a sentir al gato presente. Son leales, fieles y afectuosos. Sus muestras de afectos son sutiles e íntimas, y aun así, tremendamente profundas; por lo cual, si un gato se te acerca y te da cariño, déjalo hacerlo, está limpiando tu energía. Las personas que sean desiguales o tiendan a gritar, jamás serán del agrado de un gatito.
Y bien lo dijo Julio Cortázar: “Querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter e independencia sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad.”