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“Silencio, por favor”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)

Y un día, el sonido que emite el silencio nos mete en un mundo paralelo que ni siquiera sabíamos que existía, un mundo donde el silencio que convierte en murmullos, ruidos, ritmos, zumbidos, rechinidos, golpeteos… nada. Y es que hace falta escuchar más que palabras articuladas, que provienen de afuera y desde nuestro interior, es necesario pedirles por favor que guarden silencio, o a veces, callarlas con un fuerte grito o cerrando los ojos o apretando los labios o perdiendo la mirada en el infinito.
El silencio, mi silencio en particular ya que desconozco los silencios de otras personas, me ha llevado a diversos mundos, estoy segura que algunos se identificarán. Hubo uno que cuando lo recuerdo me transporta inevitablemente. Fue el silencio de la pandemia de COVID 19, ese silencio entre miedo suspendido y naturaleza libre flotando en el aire. Había momentos en los que por más que trataba de disfrutarlo, algún zumbidito distante me lo impedía. Veía a lo lejos el Periférico y de vez en vez pasaba un tráiler con su característico bufar, el corazón me latía con una incertidumbre temblorosa ante lo desconocido, luego el aleteo de las palomas, el piar de los pájaros, el crujir de las hojas y el pálido sonido del viento que delicadamente me palmeaba los cachetes, hacían que el temblor de mi cuerpo, a instantes de convertirse en terremoto, se fuese volviendo un cosquilleo que me hacía sonreír.
Esta el mundo tipo limbo al que nos lleva el molesto silencio que se genera cuando la plática en una reunión enmudece y se entra en la categoría de lo incómodo y tenemos la pesada inquietud de no ser quien lo rompa. Todos se miran asintiendo a lo tonto de ni siquiera saber que, pelando los ojos y clavándolos en el suelo como si del pavimento fuese a emerger milagrosamente el genio de las palabras. Hoy con la tecnología se recurre cobardemente al celular. No falta claro el valiente que intenta romper el tirante silencio con una frase como: “Ha hecho mucho calor este verano, verdad.” Y como recompensa al arrojado comentario alguien responde y otro le sigue dando cuerda a tan banal conversación.
Hay ruidos raros que se pueden escuchar cuando mantenemos en silencio nuestro dialogo interior. Por ejemplo, en la oficina, se escucha el ronroneo del aire acondicionado y los ventiladores, el tru-tru-tru-tru de la impresora, los golpes del teclado que algunos usamos como si aún estuviésemos en una máquina de escribir, el glu-glu de garrafón del agua cuando alguien se sirve… de pronto, algunos interesantes chismecillos provocan que nuestro coloquio interior tire por la borda ese silencio que ya comenzaba a adormecer dulcemente las neuronas que ponen cada vez más atención al cotilleo exterior sacando sus propias conclusiones.
A veces pasa, que cuando elegimos el silencio, entramos en un mundo donde las ideas que se quedaron fuera encuentran la puerta abierta para pasar a nuestra cabeza. Ese es un momento sublime. Con el traqueteo de la vida diaria aunada a la falta de respiración, las palabras que queremos recoger parecen estar volando alrededor nuestro como en esas máquinas de concurso donde dentro de una cabina con aire, los billetes vuelan y el concursante trata de agarrar los inatrapables billetes. Algo similar ocurre. Entonces sucede como si se apagase la máquina, podemos recoger tranquilamente las ideas, las palabras, ordenarlas, plasmarlas en físico, al mismo tiempo que siguen llegando más, se sientan y esperan su turno de ser llamadas, mientras, y dentro de tu silencio, las palabras charlan coquetamente entre si formando frases que llegan ya de la mano a unirse a las otras. El mundo del silencio mientras se escribe, mientras se lee, mientras se pinta… es mágico, es un silencio que te invita a tener la mejor conversación con uno mismo.
Cierro el articulín con un silencio que me llena de energía y de locura, mucha más locura que la que tengo a diario, un silencio que huele, que acaricia, que canta, que sabe. Un silencio que me llena de sensualidad y me pone la piel chinita, un silencio que me hace respirar profundamente y sonreír mientras mi interior canta, baila y hace el amor con la vida. Este silencio es el que me acompaña cuando escucho el vaivén de las olas del mar.
Schhhhhh… final silencioso. .