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“Ante un café frio”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)

Eleuterio dejó de lado el periódico del día, lo puso sobre la mesita descolorida por el Sol y la lluvia, nadie se explicaba como la dicha mesa lograba sostenerse en pie después de tantos años de estar a la intemperie. Suspiró, tomó un sorbo a su ya frio café, tan cargado como siempre, ni cuenta se dio de la temperatura del café, Eleuterio lo tomaba casi hirviendo, como para pelar pollos decía su abuela, si no estaba a la temperatura ideal lo vaciaba y todo su día se volvía gris, como si algo catastrófico hubiese sucedido. Está vez su lengua no le dijo nada, tampoco su garganta y mucho menos su cuadrada manera de ver la vida a la que dividía en negro y blanco, blando y duro, feliz y triste, alto y chaparro, gordo y alto, feo y bonito, tonto y listo, frio y caliente… su léxico se reducía únicamente a antónimos, la variedad de adjetivos no entraba en su discurso, ni siquiera en ese dubitativo discurso íntimo que manejamos cuando estamos en la soledad. Ese día, después de haber leído esa nota en el periódico, su personalidad quedó en suspenso, se salió de su cuerpo y lo miraba parada en la otra esquina del zaguán, ajena a él.
Eleuterio rara vez veía su entorno, sin embargo, a partir de leer esa noticia, su ser comenzó a despojarse de su antiguo yo, primero fue su personalidad, luego fue su terco e ideático ente el que salió de puntitas, tratando de no rozar el cuerpo físico. Entre más veía a su alrededor seguían saliendo los invitados que vivían dentro de él y no lo dejaban “ser él”. Cuando la masa de tristeza, que vivía en la zona más profunda de su ser salió pesadamente, y no muy convencida, vio una flor de jazmín bailándole coquetamente al viento. Estiró las piernas y los brazos y un profundo bostezo salió desde su garganta rugiendo como un somnoliento león.
Se quedó dormido, al despertar, pensó que todo había sido un sueño, que no había leído nada y que nada había salido de su cuerpo y que su café no estaba frio… pero no, el brillo de Sol si le caló en los ojos ¡y hasta le chillaron! Sentir las lágrimas rodar como ratones en fuga sobre sus mejillas fue refrescante y extrañamente nuevo. Volvió la mirada para hacía el periódico, vio la página respirar inflándose al compás del viento, la agarró fuertemente para que no se fuese escapar de entre las manos. La tinta sobre el papel seguía firme y segura de lo que se había escrito con ella.
En este momento era evidente la respuesta, en este momento la inquietante variedad de adjetivos que comenzaban a rondaban jocosamente por su cabeza no tuvieron cabida ante semejante noticia: o estaba o no la dichosa notica, no había de otra. Tantos años sin siquiera querer hacer llegar el aire que le entraba por las fosas nasales hasta su garganta, muchos años respirando así, cortito y rápido. Al leer la nota un fuerte suspiro entro recorriendo todos los órganos de su cuerpo, y cada vez que la leía volvía a respirar tan fuerte que las nubes abrieron paso para que el Sol pudiese leer también:
“Eleuterio de Jesús Camacho Alberdi, no sé dónde encontrarte, nunca me diste tus datos, solo tu nombre, y dudo mucho que alguien se llame igual que tú. Quiero decirte que eres padre, he tenido un hijo tuyo, lo que tanto anhelaste y tanto dudaste lograr. Tú primer hijo tiene el lunar que tenía tu madre cerca de la boca como en la foto en blanco y negro que alguna vez me mostraste. Yo sigo donde mismo, como la Martina “no me he movido de aquí”, el bautizo será el domingo 28 de agosto, tú escoge el nombre, solo te pido que no sea Eleuterio. Atte. Adelaida Celaya.”
Una gran sonrisa se dibujó en su boca y le dio un trago más a su frio café.
Final sonriente tomando un café… bien calientito.