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Del HABLAR POCO Y DECIR MUCHO EN VIUDAS
LIDIA REYES CÁRDENAS
SI ADELANTE NO VAS, EN LA PARTE MEDIA IRÁS, O HASTA ATRÁS
CUALQUIER COMAL QUE ESTÁ CALIENTE QUEMA LAS TORTILLAS.
EL BUEN COMER, Y EL BUEN DORMIR, JUNTOS DEBEN DE IR.
CUANDO LA LIMOSNA ES MUY GRANDE, HASTA EL SANTO DESCONFÍA.
PARA QUE LOS SANTOS DE VIUDAS, LA REALIDAD Y LA MELANCOLÍA CAMINEN: NECESITAN PARIHUELA Y QUIEN LOS CARGUE.
ACONTECIDO EL SUCESO, TARDE, MUY TARDE, LLEGA EL CONSEJO.
NAVEGAR CONTRA EL VIENTO, ES PERDER EL TIEMPO.
EL QUE BUEYES Y MULAS PROHÍJA; EN PAGO RECIBIRÁ: CORNADAS Y PATADAS.
MAL TE QUIERE UN GATO, CUANDO AL MIMARLO TE ARAÑA.
LOS VENTARRONES DE ENERO Y FEBRERO, QUIEBRAN A LOS ESPANTAPÁJAROS DE LOS INVERNADEROS.
LOS QUE HAN SIDO BUENOS NO TUVIERON PECADOS, LOS MALOS QUE LOS TUVIERON, CONDENADOS FUERON.
PAÍS Y COMUNIDAD COMO VIUDAS, DONDE POCO SE LE, POCO SE SABE.
SI CREES LO QUE NO VES, ES UNA ESTUPIDEZ.
UN ARQUITECTO ES FALTO DE JUICIO, CUANDO EDIFICA UN PORTAL, MAYOR QUE EL EDIFICIO.
SI NO ESTORBAN LAS BARBAS PARA LLORAR, TAMPOCO ESTORBAN LAS CANAS PARA MENTIR

 

FRENTE A MI SUERTE, EN TIEMPO DE COVI 19
Roberto Sánchez Reyes
Capítulo 1
Cuando por mandato sanitario, se decretó SANA DISTANCIA, me pregunté: ¿como venceré este monstruo imaginario, para que no me aplaste cuando tengo los años necesarios y un cuerpo que puede servir de abrevadero a ese virus?
¡Vencerlo es, no quedar aplastado! Vencerlo es, estar de pie, y caminar, caminar, para no estar confinado en la casa, casa en que vive mi compañera.
La razón de esto es, que aunque vivimos juntos, ni ella ni yo, queremos morir juntos.¡Vivir juntos, si! ¡Morir juntos no! Yo, me defenderé en el campo de batalla: en la calle, en el campo llano, en la abrupta montaña, al lado del impasible río que sigue su curso; al lado del campo de labranza, recibiendo la caricia de las verdes hojas, y correspondiendo a la risa que me hacen los tiernos elotes de mi estera; y rodeando con mis manos el albo color de la coliflor. Me declaro guerrero callejero y campirano porque ahora estoy frente a este gigante espinoso, recogiendo de sus manos erizadas un jugoso tributo.
Ella, mi mujer, se queda en el castillo, cuidando a los implumes polluelos tras las alemanas. Cuidando y avivando el fuego sagrado.
De suerte, ( Después de 45 veranos consecutivos), hemos llegado bien a este convencionalismo! A eso le llamo: tener suerte.